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Luis Miguel, la serie y las emociones escondidas de “El Sol”

El astro del pop en español revela sus secretos personales en una excelente serie de Netflix.

Netflix era la opción

Todo el mundo está hablando de esto. Quizás más mujeres que hombres, pero ellos también saben. La serie de Luis Miguel, o Luis Miguel, la serie, ha sido un éxito sorpresivo que ha llamado la atención de fans y no fans del cantante, que en años recientes había sufrido percances personales y profesionales que avecinaban un declive largo y triste. A pesar de esto (demandas, cancelaciones de conciertos, enfermedades), o tal vez mientras esto se resuelve, LuisMi decidió compartir públicamente otros asuntos todavía más complicados: sus traumas personales, conocidos superficialmente por muchos, a profundidad por solo unos cuantos, y que con una producción de primera han dado un excelente resultado en humanizar a alguien que parecía inalcanzable.

Cuando eres una mega estrella de la música o el cine, con una carrera establecida y reconocida, una biografía nunca está de más. Las biografías son autorizadas o no autorizadas, y dependiendo del sujeto y sus intenciones, pueden hablar de toda su vida hasta el momento o solo pueden concentrarse en momentos clave que influyeron el resto de su existencia. Las biografías autorizadas suelen tener más éxito porque vienen directamente del sujeto reseñado, independientemente de si él o ella la hayan escrito, y son ellos quienes deciden qué compartir y qué no, sabiendo el impacto que esto pueda tener en su vida pública.

En este caso Luis Miguel no quiso una biografía. Muy pasado de moda eso. Mejor una serie televisiva de 13 capítulos en Netflix, empresa de video en streaming que se ha convertido en una de las productoras de cine y televisión (“contenidos” es el término más apropiado en 2018) más importantes del mundo mundial. Con muchos recurso$ a su favor, han logrado generar nuevos productos audiovisuales que han llamado la atención de grandes realizadores y actores, desde sus series documentales (The Staircase, The Keepers, A Chef’s Table, The Toys that Made Us) y series de ficción (Stranger Things, Glow, The Alienist, Black Mirror) hasta largometrajes de todos los géneros: Anhialation (terror), Beirut (acción),The Discovery (drama), Ibiza (comedia). Estos son algunos de docenas de ejemplos, demostrando que los estudios grandes y establecidos ya no tienen el monopolio para controlar todo lo que vemos.

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El actor mexicano Diego Boneta también emuló el estilo de canto de Luis Miguel.

Esta opción contemporánea, que por internet garantiza llegar a millones alrededor del mundo de un solo golpe, fue una decisión sabia para el cantante mexicano, que si es reconocido por algo es por la calidad de sus conciertos y discos. ¿Quién quiere un libro biográfico cuando puede hacer una serie a todo meter? Mark Burnett, productor televisivo de series exitosas de años recientes (Survivor, Celebrity Apprentice, Shark Tank, Vikings, Fargo), está detrás del proyecto, lanzando su productora Gato Grande para contenidos en español con la serie de LuisMi. El cantante es listado en los créditos como productor ejecutivo, detalle que saca de onda porque el público no está acostumbrado a referirse a él por su nombre completo: Luis Miguel Gallego Basteri.

Revelaciones

Mejor conocido como “El Sol”, Luis Miguel empezó su carrera a principios de los 80 y al llegar los 90 ya nada ni nadie podía tocarlo. Ganó todos los premios y fans, conquistadas desde su niñez por su voz prodigiosa, primeramente, y también por su encanto delicado (inocencia combinada con una melena de comercial de shampoo); al convertirse en adulto surgió un hombre bronceado, atractivo, el epítome del chico guapo de los ochenta, con esos dientes frontales separados que, al igual que a Madonna, sumaron a su look en vez de restarle.

Solo los fans más asiduos seguidores de revistas de celebridades (Tu, TV y Novelas) y programas de chismes sabían algo sobre el drama que había detrás de la fachada inmaculada de estrella musical. Y es en estos puntos en los que Luis Miguel, la serie saca todo su oro.

Resulta que el cantante fue una víctima de un padre abusivo y explotador. Interpretado por el genial actor catalán de cine y teatro Óscar Jaenada, a quien los panameños recordarán como el vagabundo Chaflán en Manos de Piedra, Luis “Luisito” Rey fue una ex estrella del canto español que se apellidaba Gallego pero que era de Cádiz, al sur de España, por eso su pronunciado acento andaluz. Al notar la voz prodigiosa de su primogénito, junto con sus propias limitaciones como artista, decidió ser su manager y llevar su carrera al estrellato. Esto no es noticia. Lo que sí lo es, y que vemos claramente en los primeros capítulos de la serie, es cómo su padre lo hacía trabajar casi como esclavo, grabando discos y películas sin parar durante los primeros años de su carrera.

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El nuevo villano favorito: Jaenada como Luisito Rey.

Con su actuación, y con un personaje que según algunos era más malo de lo que se deja ver en la dramatización, Jaenada ha creado un villano exquisito, con sus trajes exagerados, consumo constante (whiskey, cigarrillos, cocaína) y una energía aparentemente inapagable propia de un espíritu gitano. En la serie vemos cómo no dudó en darle anfetaminas al pequeño LuisMi para que no parara de trabajar a los 12 o 13 años; para resolver su cambio de voz le consiguió una prostituta, quizás haciéndose hombrecito los gallos desaparecerían; es infiel a diestra y siniestra, un mentiroso y exagerador compulsivo, como una energía masculina que va en línea recta y que solo la muerte habría de detener. Hasta metió a su hijo en un problema serio con el fisco mexicano por evasión de impuestos. Nada de eso le causó pena o pesar.

Mientras tanto, el “sol” de mamá solo quería estar con su familia, hacer amigos y jugar fútbol, pero esto nunca estuvo en las cartas para él, destinado a ser solitario desde siempre; esto se nota en su acento cuando era niño, ya que nació en Puerto Rico, vivió hasta los cinco años en España, y hablaba italiano por su mamá, la modelo italiana Marcela Basteri; cuando la familia se estableció en México como base de operaciones para el futuro popstar, el niño no hablaba como mexicano y tenía un acento raro, lo cual no fue un impedimento para el padre, quien sin más le dijo que se inventara una historia de que era de Veracruz para satisfacer a sus fans mexicanos.

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Niño explotado. Izan Llunas como el pequeño Luis Miguel

La serie alterna entre dos líneas de tiempo paralelas. El presente es Luis Miguel llegando a la mayoría de edad a finales de los ochenta y principios de los noventa, y el pasado es él en los primeros años de los 80 cuando comenzó su carrera. Con esto, el cantante es interpretado por tres actores, el niño (Izan Llunas), adolescente (Luis de la Rosa) y Diego Boneta (adulto).

Y aquí llegamos a la piedra angular de esta producción. Boneta es un actor mexicano que hizo “la Salma Hayek” en menos de una década, o sea ir de actor de telenovelas de Televisa a un protagónico en Hollywood con Tom Cruise en el musical Rock of Ages.Siempre supo cantar y hablar inglés, y su crédito como productor de esta serie demuestra su deseo de usar este rol como cohete a la estratósfera del éxito. Aunque quizás tiene un aire más a un Emmanuel joven que a un LuisMi, su interpretación del cantante es impecable, desde los manierismos (las manos en el cabello, la mirada coqueta, la sonrisa dientuda) hasta la cantada (él grabó la voz de las canciones que canta en la serie), algo que seguramente logró gracias a entablar una amistad y relación profesional con el mismo Luis Miguel.

Capítulo tras capítulo vemos al joven inseguro y resentido, a pesar de su talento y éxito, convertirse en el dueño de su propio destino, tanto en lo personal como en lo profesional. Boneta muestra a Luis Miguel queriendo hacer música más pop, influida por los ídolos de la época (¡Rick Astley es mencionado!), al igual que tomar la ingeniosa decisión de hacer un disco de boleros con Manzanero; lo vemos tener su despertar sobre la responsabilidad durante la grabación del video para La incondicional, una fantasía Top Gunesca para la cual tuvo que hacer una semana de entrenamiento militar; lo vemos resolver un posible homicidio culposo de una fan durante una imprudencia al volante; también lo vemos desnudo, teniendo sexo y llorando ante el principal drama de su vida.

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Ansiedades de mamá: Anna Favella como Marcela Basteri.

La desaparición de Marcela Basteri no era un secreto. Todo el meollo que hubo detrás de la situación tal vez sí. Interpretada por la actriz italiana Anna Favella, la serie enseña a una madre cariñosa, tierna y talentosa (dejó de ser costurera y diseñadora de vestuario para cuidar de su familia) que tras sufrir una depresión postparto, y cansada de las infidelidades y groserías de su esposo, simplemente desaparece. ¡Durante años! La historia del guion enseña todo lo que la familia atravesó para descubrir su paradero, un peso grande para el cantante, quien alcanzó su éxito mientras ella no estaba presente y que además llegó a contactar a la Mossad israelí para encontrarla. Qué le pasó, cómo y cuándo se revela en el desenlace de la serie.

Fiebre ochentera y conexiones personales

Los ochentas están de moda. Entre versiones nuevas de películas de la época y películas nuevas que se ven como si fueran de ese entonces, uno nunca hubiera esperado que una década tan decadente y exagerada fuera vista con tanto aprecio y esplendor.

Mi primera impresión de la producción y el tono de Luis Miguel, la serie fue “¡esto parece como una historia de Brett Easton Ellis!”. El escritor estadounidense es conocido por mostrar en sus novelas más exitosas (Less Than Zero, American Psycho, The Informers) todo el glamour y decadencia de los ricos americanos durante los ochenta, quienes llenos de cocaína usaban sus Wayfarers de Ray Ban para complementar ropa exagerada de diseñador al ritmo de música pop sobreproducida mientras ignoraban todos los dramas reales a su alrededor.

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Los ochenta en su máximo esplendor masculino y millonario.

El vestuario y la musicalización de la serie es tan buena como cualquier película de Hollywood, nueva o vieja, de dicha década. Camisas grandes para ellos, jeans desteñidos, t-shirts en tonos pasteles, peinados llenos de espray para ellas, todo está ahí. Al mostrar su vida con sus amigos ricos de Acapulco que se la pasaban fiestando en el mítico bar Baby O, la serie enseña todo lo cool de la época para un joven, incluidos los Mercedez Benz y Volkswagen Golf descapotables.

Todo esto suma a la recreación de una época con veracidad y tino, algo que ayuda a contar una historia bien delineada y actuada. La trama se extiende hasta principios de los noventa, y esa década también ha cobrado una nueva importancia por sus aportes en la moda y en la música, sumando al furor que esta producción ha creado a su alrededor en fans de todas las edades.

En lo personal, yo nunca fui fan. Curiosamente, mi padre lo es. Sí admito que mi primera reseña semiprofesional de un disco fue del Romances para el difunto periódico de mi facultad de comunicación, en 1997. Cuando trabajé la prensa para la promotora de conciertos Showpro/Evenpro, en 2004, el concierto más difícil que tuve fue uno de Luis Miguel, principalmente porque su equipo venía por tierra desde Costa Rica y se atrasó en la frontera, demorando la hora del show y provocando que docenas de mujeres de todas las edades me gritaran improperios en las afueras del Figali Convention Center por hacerlas esperar varias horas en fila. De los casi 20 espectáculos en los que trabajé para la empresa, este fue el único en el cual el artista no estuvo backstage (llegó directo del hotel a su camerino junto al escenario y al terminar se fuer por ahí mismo); de hecho el promotor Alfredo “Popa” Arias solo lo vio al día siguiente cuando el alcalde capitalino le entregó la llave de la ciudad al desvelado y desinteresado artista. Recuerdo que su rider pedía una botella de Johnnie Walker Blue Label, el más caro de la marca a $140.00. Esa botella se la regaló la oficina local de su disquera con una dedicatoria en el vidrio para el manager de artista; hoy admito que esa botella nunca fue entregada por un error de logística (que no fue mío) y que terminó en mi casa, donde me tardó dos años bebérmela toda.

De mis amigas una siempre destacó como fan de LuisMi, Lucy. Hasta recuerdo que yo una vez le traje de México el calendario del artista para 1993 que aún conserva. Ella ahora es una psicóloga y madre de dos lindas niñas, y para cerrar esta nota le pedí que me diera su opinión sobre la serie de su viejo ídolo de la adolescencia. Esperando una respuesta escueta recibí un pequeño ensayo, generando una reflexión que seguro millones de otras fanáticas han tenido al ver los secretos y emociones ocultas de este querido cantante.

“Luis Miguel forma parte de mi adolescencia. Me recuerdo a mí misma obsesionada, tratando de seguir su trayectoria musical, recortando todas sus noticias, llenando mi habitación de posters suyos, coleccionando sus cds… ¡Pero lo mejor de todo fue haberle visto en persona en un concierto que dio en Panamá en los 90! En ese momento para mí él era un ídolo, guapo y con una voz que me erizaba la piel.

Hoy, después de tantos años, al ver su serie y conocer a cuentagotas tantas cosas de su vida personal y familiar, me impresiona y siento una gran admiración por él, ya que a pesar de todas las situaciones difíciles por las que tuvo que pasar desde muy pequeño, como por ejemplo el comportamiento abusivo de su padre hacia él, la separación de su madre, la fama y todas sus consecuencias negativas, su consumo abusivo del alcohol, sus fracasos sentimentales, entre otros, este gran artista tenía la capacidad de pararse en el escenario y hacer sentir sus canciones con intensidad.

Luego de ver algunos capítulos de la serie entendí el porqué de su comportamiento un tanto alejado y hermético, lleno de misterios.

Ahora lo percibo no solo como un ídolo, sino como una persona común y corriente con una vida complicada, llena de vacíos, quizás con mucho dolor, y que a pesar de todo sacaba las fuerzas para seguir adelante y entregar su talento a un público que lo admiraba pero que realmente solo conocía una parte de él”. Lucy, 40 años.