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Más vale prevenir que amamantar: una comedia sobre tristes verdades panameñas

La obra más reciente de Agustín Clément es una aguda y entretenida sátira social, valorada tanto por su entretenimiento como por su sensata postura moral.

Agustín Clément es un omnívoro de las tablas panameñas: actúa, dirige, enseña y, más importante aun, escribe obras nuevas que le permiten expresarse de una manera contemporánea sobre los temas que le interesan (la sociedad, el medio ambiente, las historias clásicas, la cultura panameña). Y para aquellos que lo conocen personal o públicamente, saben que él no tiene pelos en la lengua y que dice las cosas como las ve, una cualidad que enfada e incomoda a unos mientras que complace e incentiva a otros.

En Más vale prevenir que amamantar, en cartelera del 19 de octubre al tres de diciembre en Teatro ABA, el dramaturgo aborda el complicado y relevante tema de la educación sexual en Panamá y los embarazos juveniles; más a profundidad, la obra es un espejo frente a las desigualdades sociales propias de Panamá, la doble moral de aquellos que pueden costearla y las realidades de algunos segmentos de la población que solo se conocen si se son parte de ellos (¡o si existe el interés!).

Protagonizada por un elenco de actores de trayectoria (Rodrigo Farrugia, Sara Macías, Nini de León, Jean Marie Leggiere) y destacados ex alumnos de los cursos de teatro de ABA (Aníbal Espinosa, Mabel Guerra, Yaneth Adames, Gigi Picota, Laura Barante, Mike Pérez), y bajo la producción de la gran Anina Horta, Más vale es una obra en tres actos que aborda todos los ángulos ante la complicada realidad de los embarazos juveniles y la manera como los padres, los hombres y hasta cierto punto la sociedad, conspiran para que inocentes sufran y se perpetúe una cadena de dolor ante algo que debería ser positivo.

El primer acto está dividido en dos escenas, cada una más chistosa por su caricaturización de los estereotipos que presentan. En una de ellas una familia de yeyés, o de clase alta panameña, se muestran sumidos en su propio egoísmo y en sus smarthpones viviendo una vida de lujos y superficialidades comerciales; ellos hablan en espanglish y no dudan en usar expresiones como “whatever, what the fuck, bullying” y “man”; solo les interesa el qué dirán y el darle órdenes a su carismática pero sufrida empleada doméstica. Cuando pillan al hijo de un vecino arropando con una chica que no es de su estrato social, la indignación sale a relucir en los hijos y en la madre, mientras que el padre está ok siempre y cuando ella no se robe nada o no sea alguna de las hijas de sus amigos, awebao.

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Aníbal Espinosa, Sara Macías, Jeannie Leggiere y Mabel Guerra en la escena en la que espían al vecino.

La “arropada” resulta ser la hija de la piadosa y servil secretaria del padre. Ella llega a su casa para encontrar a su mamá con “el apóstol”, un pastor cristiano santurrón y anticuado, quien procede a exorcizarla para expulsar de su alma al maligno que le produjo el deseo de besarse con ese chiquillo. A pesar de las diferencias sociales y las presiones cristianas de la madre, ella se siente enamorada del yeyesito y anhela su cariño. Luego resulta que tanto ella como la hija de la familia adinerada, ambas de edad adolescente, resultan embarazadas. ¿Cómo soluciona cada familia esta situación? ¡Fácil! La pelaíta de plata, con una excusa inventada, ha de irse “a Boston” a hacerse un aborto, mientras que la hija de la secretaria es botada de la casa que comparte con su madre, quien la considera “una puta”.

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Nini de León, Rodrigo Farrugia y Yaneth Adames invocan al santísimo para eliminar al maligno.

El segundo acto –aunque también lleno de humor y comentario social– tiene un toque más real y menos caricaturesco que el de las dos historias anteriores a mi parecer. La acción ahora sucede (¡o trata de suceder!) una casa de barrio o del gueto, en la que un joven con una enorme erección está tratando de tener relaciones con una muchacha sin que su abuela lo note en el cuarto contiguo. En una brillante interpretación de Aníbal Espinosa, este chico, que tiene todo el encanto y a la vez el conformismo de muchos panameños de barrio, hace todo tipo de sugerencias para consumar su deseo; no le importa la presencia de la abuela ni la de la mamá de su amante (¡amamantando a su nuevo bebé!). Esta escena impacta por mostrar la manera como, efectivamente, vive un porcentaje mayoritario de la sociedad urbana panameña: en hacinamiento, sin muchos prospectos personales o profesionales, teniendo hijos a los 14 o con varios hombres como si fuese algo natural. El chico solo quiere las tres c, “casa, comida y culo”, mientras que la chica solo desea seguir adelante con su propia vida.

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Escenas del gueto: hombres arrechos y mujeres cansadas.

Luego viene la escena de la sensatez. Una madre y su hija, educadas y de aparente clase media, hablan como dos personas moderadas sobre los detalles, tips y requisitos para tener sexo saludable, evitar embarazos y no contraer enfermedades. Mientras se ejercitan en la sala de su casa demuestran empatía, compromiso y la manera como las cosas idealmente deberían ser; “Yo no soy tu amiga, soy tu mamá” es una frase que, en la actualidad, requiere de una revaluación: durante años se quiso que las relaciones padre-hijo fuesen menos formales que las de antes, pero sin perder ese nivel de autoridad bienintencionada propia de un padre más de que la de un amigo permisivo. Cuando el abuelo entra en la escena sucede otro choque generacional, ya que él recuerda con cariño cómo conquistó a la abuela; hubo serenatas y cartas, pero ella llegó virgen al matrimonio mientras que él perdió su inocencia con una prostituta en Colón para, al casarse, enseñar con cariño a su esposa cómo era el asunto. Tanto la hija como la nieta se plantan ante la postura anticuada del abuelo, en la que el machismo, la falta de educación y la represión sumisa de la mujer estaban a la orden del día.

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Choque de generaciones y de valores: la madre y la hija son inteligentes y comunicativas, pero el abuelo está estancado en el siglo pasado.

La obra culmina con un tercer acto serio y dramático. A través de monólogos, las madres y las hijas se confrontan a ellas mismas y al público con sus verdaderos sentimientos: el dolor de la falta de empatía familiar, la necesidad de satisfacer a otro (la sociedad, la religión) antes de mostrar comprensión ante un embarazo, los hijos (bebés) e hijas (en proceso de aborto) que mueren en circunstancias fácilmente evitables… Aquí es donde el verdadero espíritu femenino sale a relucir, gracias a que las mujeres que deciden amarse a sí mismas y a los hijos que llegan a su vida siguen adelante y se sobreponen a los obstáculos que se pongan en su camino, tanto por su propio bien como por el de sus hijos. Las madres caprichosas y los hombres abusivos se quedan atrás.

Este es otro éxito para Clément, quien ha sido reconocido por su talento como libretista y director. Uno desea que, toda proporción guardada, hubiesen más dramaturgos y escritores como él, comprometidos con crear obras nuevas que entretengan y hagan pensar al mismo tiempo, poniendo el ojo en nuestra sociedad para conocernos mejor y crecer.

Y al igual que todas las puestas en escena en el ABA, esta reseña termina con un comercial: con 18 años de producción ininterrumpida, esta sala y su correspondiente brazo de producción han sido una máquina suiza de producir teatro para el público. Con una estrategia de ventas concentrada en ofrecer paquetes de boletos a grupos grandes, tanto de empresas como de instituciones, y un menú de obras que incluyen infantiles y comedias para adultos (evitando casi por completo dramas u obras muy conceptuales), ABA ha sido una fuerza constante en las tablas de Panamá, formando además a generaciones de actores que posteriormente han sido parte de producciones de todo tipo en el esquema local. ¡Ya tienen lista su programación para el 2018 y todo! Su esfuerzo es más que loable y vale la pena visitarlos de vez en cuando.