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#yonomedejo

Extracto de "En vida real: un estudio e historias sobre el panameño de hoy".

El ciberacoso es una realidad de estos tiempos hyper modernos. Ser adolescente hoy en día conlleva situaciones, presiones y acciones que personas de generaciones pasadas desconocemos. Daniela nunca quiso llamar la atención, pero cuando lo hizo tuvo que sobreponerse a una pena que ninguna mujer debería sentir.

mandyjonaspty

holis!!

DaniaSofia99

aki…

mandyjonaspty

ke haces?

DaniaSofia99

candycrush

mandyjonaspty

vienes mañana a la party?????

DaniaSofia99

diske no c

mandyjonaspty

por k??? eres invitada de Honor ∧_∧

DaniaSofia99

mentira. toy molestando!! claro que voy XD

mandyjonaspty

cool. dile a tu mamá que t traiga como a las 3

DaniaSofia99

pritty. grax!!

mandyjonaspty

chau

*****

¡La fiesta de cumpleaños de Amanda estaba súper cool!

Era en el área social de su edificio por Condado del Rey, pero sus papás la habían decorado toda como si fuera un bar de Francia del siglo pasado (sin guaro, ¡obvio!) y tenían un pocotón de pelucas y boas de plumas de colores y collares para ponerse y disfrazarse. Todas íbamos vestidas normal, disque shorts de jeans y blusitas holgadas estampadas o lisas y sandalias, y cada pasiera se iba poniendo lo que más les gustaba para cantar en el karaoke o tomarse fotos en la maquinita de fotos instantáneas que habían puesto en una esquina. Esta Sandra hasta empezó a tomarnos fotos con su cel cuando nos estábamos tomando las fotos en la maquinita, disque fotos de las fotos, ¡mansa locura!

Aunque esta man había invitado a sus primas, y sus primas habían invitado a otro par de pela’as que no eran de la escuela y que yo no conocía, me sentía tranquila, relax. Como siempre, yo era la más gordita de todas, pero como no había pela’os en la fiesta (solo el hermano mayor y medio raro de Amanda, que tiene como 22 y que estaba ocupado filmando todo con una cámara súper chuchona) pues no había problema, supongo. Las charlas con la psicóloga iban bien y no me sentía cohibida. Estaba consciente de mí misma, de mis diferencias (¡todo el tiempo!), pero cool. Digo, todo el mundo siempre me dice, desde chiquita, disque “que gordita más bonita” o “cuando crezca va a adelgazar un poquito y se verá hermosa”, pero la verdad es que comencé a crecer y el peso siguió allí, y no porque comiera puras porquerías o porque mis papás fueran unos irresponsables que me daban pura comida chatarra; no, mi tamaño y mi peso sí eran culpa suya, pero genética: mi vieja fue modelo en los noventas y tenía ese look clásico que le dicen, como una guial de esas pinturas italianas de hace cientos de años, y mi papá era full un toro de hombros grandes y pinta de jugador de fútbol americano. Este combo hizo que yo fuera más alta que el promedio, de cabello largo, lacio, castaño claro con flequillo, de piernas bonitas pero de espalda ancha, rellenita en la pancita y buco tetas (¡de esas no me quejo mucho!); tengo la cara ovalada, nariz un poco respingada, bonitos labios y ojos chocolate claro, pero lo único que la daña es este maldito acné que desde que apareció hace un año no he podido ganarle la batalla. O sea no soy full gorda mamerta de esas que de a vaina pueden caminar y parecen macarrón sin salsa, ni tampoco soy la man más fea del grupo, pero las gorditas altas, por más senos y carita bonita que tengan, nunca van a ser tan gustadas, atendidas y populares como las que tienen eso sin el peso extra. Yo estaba apenas entendiendo el asunto con apoyo de la psicóloga y de una mamá muy comprensiva. Ayudaba un poco que fuera hija única.

El ponche de la fiesta estaba bien rico, tenía como burbujitas y un sabor a una fruta roja bien loca, granada creo que se llama. Había unos sandwichitos en pan pita y unos rollitos de jamón con vegetales y salsita, pero no tenía mucha hambre, aunque tampoco estoy a dieta, ¡eh! En la laptop de la mamá de Amanda estábamos chequeando los videos de las canciones que queríamos cantar en el karaoke, como para hacer la coreografía y todo. Amanda quería cantar la de Miley, Carol y yo la de Rihanna, Sandra y su combo iban a tratar con una de Gaga y las primas y sus amigas se decidieron por una de Britney (¡qué gallas!). Arreglamos el disque escenario con la ayuda de la mamá de la cumpleañera y comenzó el show. Cada una fue cantando su canción, tratando de seguir la letra en la pantalla, bailando y molestando. A la mera hora Carol se echó y yo canté sola, pero me sabía la canción (aunque mi pronunciación no sea tan buena en inglés) y me tripié mi show como si estuviera en la tele. Tenía puesta una peluca pelirroja y una boa verde, y si un man me hubiera visto creo que podría decir que estuve “sexy”. Digo, me vio el hermano de Amanda detrás de la cámara, pero él era mantequilla, porque me conocía desde pelaíta y tenía esta pinta de gamer y nerd que preferiría jugar por horas en su consola antes de fijarse en una guial.

Todas cantamos y fue bien cool. Después hicimos el switch a trajes de baño y nos metimos a la piscina. Eran como las cinco y el sol estaba cayendo y hacía un calorcito rico. El papá de Amada se puso a hacer unos chorizos en la parrilla y todas nos quedamos chileando un rato en el agua. Hablamos de los pela’os buenones, de las tiendas con la ropa más pritty, y del culillo que nos estaban metiendo en la escuela y en la casa sobre el dengue, los robos en el mall, los secuestros, el calentamiento global y hasta las posesiones diabólicas. Allí comenzamos a temblar, pero por el frío de la piscina, y salimos todas envueltas en toallas para cambiarnos. El plan original era quedarnos a dormir, pero el viejo de Amanda dijo que ya era demasiada rumba para las pela’as y llamaron a nuestros papás para que pasaran por nosotras. Mi mamá llegó como a las ocho. Dormí tranquila. Era un viernes.

*****

El sábado fui con mi mamá a casa de mis abuelos un rato y luego al mall. En la tarde me puse a hacer unas tareas y en la noche vi un DVD con mi papá. Estuve chateando en mi cel acostada en la cama con Sandra y Amanda como hasta la media noche y luego me dormí. La pesadilla comenzó el domingo en la mañana. Después de desayunar me metí a Facebook en la laptop de mi papá y comencé a ver los posts de la gente. Un Instagram aquí, una invitación a una fiesta acá, el pocotón de etiquetas que me puso Amanda cuando subió a un álbum las fotos del viernes, normal. Al rato me llega un chat de mi tío Miguel, el hermano menor de mi papá que está terminando la u y que es como mi hermano mayo

− dania, estas?

− q xopa tio? sigues en examenes???

− están tus papás en la casa?

− que paso???? :/

− fuiste a un karaoke hace poco?

− ah????? #_#

− te voy a enseñar algo. lo vi anoche pero me pareció raro. mira este link.

Mi tío me mandó un link de pocotonaspty.com, un site de mala fama que ya conocía porque sacaba fotos de pela’as del patio en momentos o situaciones algo comprometedoras (en fuego en fiestas, bailando con las tetas al aire en discotecas, meneando nalgas en la playa). El videíto del enlace era un pedacito de 30 segundos de mí, con micrófono en mano y adorable con mi peluca roja y mi boa verde y mis curvas adolescentes cantando el single ese de Rihanna, pero con unas letras rojas que le pusieron encima que decían “pelaíta pocotona del patio” y con unas flechas rojas pulsantes señalando mis senos, y al momento en que giré haciendo una pirueta de baile quedaban señalando mis nalgas. El grito que pegué se ha de haber escuchado hasta la esquina.

“Fucking hermano de mierda de Amanda”, le dije a mis papás entre sollozos. La cara de odio de mi papá fue tan horrible que me asustó, y cabreado como nunca en la vida lo había visto tomó el cel de mi mamá y llamó a la mamá de Amanda, quien no tenía idea de lo que estaba pasando. El hermanito se había ido a la playa con sus amigos el sábado en la mañana, le dijo, se había llevado su cámara y regresaba domingo por la noche. Amenazando con llamar a la policía, mi papá convenció a la señora para que llamaran al chiquillo de una vez y que viniera a responder por sus actos. Las manos de mi padre eran puños blancos que temblaban de coraje, mientras mi mamá me abrazaba y trataba de no llorar. El video tenía casi dos mil visitas en 24 horas.

Pocotonaspty.com, en su sección de Publicidad, tenía un número de teléfono de una oficina que nadie iba a contestar en domingo, aunque intentamos. Había un email de contacto, pero habían pasado un par de horas desde que les escribimos y no recibimos respuesta. Al rato mi papá llamó, un poco más tranquilo, al Sr. Domínguez, el papá de Amanda. Quedaron de verse en un lugar y mi papá salió. Mi mamá me dio una pastilla de valeriana y me eché a dormir en el sofá de la sala. Estaba noqueada de tanto berrear y pensar. Mi viejo regresó un par de horas después.

− Ok, Dania, ya hablé con el pela’o. Él dice que sí mostró a sus amigos en la playa el video de la fiesta de su hermanita, el chucha de su madre ese, pero que no fue él el que lo mandó al sitio web. Que mientras él estaba en fuego otro amiguito que estaba allí tomó su cámara, sacó el video y lo envió por mail. Mira, este morón es tan bobo que le creo lo que dice…

− Pero papi, ¿y entonces quién lo mandó?

− Carlos, esto es una falta de respeto para nuestra hija y debe de haber una conducta ilegal. ¿Qué podemos hacer?

− Claro, yo sé. Por eso llamé a un amigo abogado y me dijo que lo primero es dar con el pela’o que mandó el video. Luego tenemos que confrontar a los dueños del sitio web ese, porque aunque tengan un aviso a la entrada del sitio que diga que es solo para mayores de 18, ellos no pueden mostrar a una menor así y sin su consentimiento. Creo que por la peluca y lo demás pensaron que eras mayor.

− ¿Y qué va a pasar en la escuela? ¿Se van a enterar mis amigos?

− Hija, te queremos mucho y juntos vamos a vencer esto. ¡Tu vas a ver!

*****

Ese domingo, sentada con mis papás en la mesa del comedor, cara hinchada, no fue el peor día de mi vida. Ese día llegó el miércoles que traté de ir al colegio. Apenas me bajé del carro y comencé a caminar hacia los salones sentía las miradas de todos encima mío. Amanda estaba súper apenada, y me había mandado un millón de mails y textos pidiéndome perdón, pero a pesar de que no fue su culpa yo no quería ni verla. Carol y Sandra, las amo y siempre serán mis BFF’s, hicieron lo posible para protegerme, pero nada paraba los silbiditos y ahuevasones de los pelaítos de la escuela. Y eso solo fue el principio.

¿Has escuchado eso de video viral? ¿O cuando alguien dice que quiere promocionar algo de manera viral? Pues eso viene de virus, y los virus andan por ahí sueltos y se le pegan a cualquiera. Pues así pasó con mi el videíto: alguien lo copió y lo soltó y a la semana ya estaba en otros sitios más. De salida tuve que cancelar mi cuenta en Facebook (demasiados mensajes y comments horribles), Instagram (¡qué ganas tengo de postear fotos mías!) y Twitter (no tengo nada que decir). Pero los efectos de todo este estrés ya se estaban manifestando en mi cuerpo. Dejé de comer, y lo que comía lo vomitaba, no podía concentrarme, dormir me costaba y no quería hablar con nadie. Mi mamá compartía el estrés y hasta adelantó sus vacaciones para estar conmigo. Mi papá estaba molesto todo el tiempo y quería resolver las cosas lo antes posible. Ninguno de los tres sabía lo difícil que esto sería.

Los manes de pocotonaspty, tras la visita del amigo abogado de mi papá que les dijo que estaban mostrando un video de una menor, lo bajaron, pero los muy maricones lo habían dejado arriba un par de semanas por el montón de visitas que les estaba jalando a su site. Tuvieron la decencia de postear una disculpa también, pero ya era muy tarde. Logramos que otros sitios panameños, y hasta Youtube, lo bajaran, pero en el ciberespacio existen miles de asquerosos webs de pornografía y vainas sexuales extrañas que todavía lo tienen, a quienes se nos hacía imposible contactar. La psicóloga, a quien ahora estaba viendo más seguido por razones obvias, me explicó esto de una forma sencilla pero curiosa: durante una consulta ella tomó un papel de recetario de su escritorio, lo hizo bola con una mano, y luego me lo dio y me dijo: “trata de hacerlo plano como estaba antes”. Le respondí que era imposible y ella

dijo que esta situación igual: una vez que algo cambia ya nunca vuelve a ser igual, o hay cosas que simplemente no se pueden deshacer. Esta fue una de las lecciones más duras, pero a la vez más sencillas e importantes, que había recibido en mis 14 años y medio.

No me pude quitar el ser la chica PPP (pela’a pocotona del patio) en el colegio. En las paredes de los baños, en los asientos de los busitos, en las bancas rayadas, ese maldito PPP me seguía a donde iba. Sin mayor escándalo o debate, apenas terminó el año mis papás estuvieron cool con cambiarme a otra escuela. Me corté el pelo bien cortito, lo más corto que lo había tenido hasta entonces, y me lo oscurecí un poco; con la ahuevasón había bajado casi 30 libras, y pues al entrar al nuevo colegio se podía decir que yo ya era otra persona. La misma pero mejor, un “extreme make over” inesperado pero bienvenido que a pesar de que todavía estaba creciendo y tenía las hormonas alborotadas, me hizo sentir, por primera vez en mucho tiempo, que había esperanzas o luz al final del túnel.

*****

A un año después del escándalo mi vida había cambiado mucho… y para bien. Nunca más volví a ver a Amanda; digo, nos cruzamos par de veces en el mall y en una que otra fiesta, pero nada que ver con ella; supe que su hermano andaba por ahí como si nada, y que su pasiero que había mandado el video a pocotonaspty (que hoy en día ya no existe, btw J) era este man bien enfermo que hasta trató de violar a su empleada (¡ella lo denunció y todo!), pero que era un yeyesito de plata que se fue a estudiar a otro país y chifió el peso de la ley, como quien dice.

El nuevo colegio estaba cool, y con el look diferente y mi actitud más segura no tardé en hacer otro grupo de amigos. Por ser alta y no tan flaca (porque robusta o gruesa suena focop) seguía llamando la atención, pero ahora era tanto de los pela’os que me veían como una especie de amazona, como de las pela’as que me sentían madura para mi edad. Un man bien cute, Ronny Morales, hasta me escribió un poema a mano en un papelito que metió sin que me diera cuenta en mi maleta una vez en el salón. Él me robó un beso detrás de un palo de mangos durante un recreo porque pudo (¡jugaba basket y quera un poco más alto que yo!), y me gustó.

Volví a sacar una cuenta nueva de Facebook sin usar mi nombre, Dania Quevedo; en vez me puse DanyQ, y por alguna extraña razón comencé a recibir buco friend request de manes gay, pero cool, porque me he hecho amiga de algunos y la verdad es que son muy buenos pasieros (a mi papá le cabrea pero me da igual). Al abrir una nueva cuenta de Twitter, y también sin querer usar mi nombre, me acordé de todo por lo que había pasado y de la empleada que tuvo los ovarios para denunciar a este tipo (me enteré que la familia le ofreció dinero pero que ella lo rechazó), y de la nada me saltó a la mente el handle yonomedejo, y de una vez inventé el hashtag #yonomedejo.

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Hoy entiendo que la peluca, la boa y las curvas me hicieron ver mayor de lo que era en ese video, y que la lujuria está suelta por ahí sin importar edades o decencias. Por eso ahora estoy más conciente de cómo me comporto en la calle, en las fiestas, en la escuela o en cualquier otro lugar. Gracias al espacio casi infinito de la internet el karma de ser la PPP siempre me iba a seguir, pero en vez de que me atormente decidí voltear la tortilla y crear el movimiento #yonomedejo, que con el apoyo de un poco de gente que pilló mi blog sobre el ciberacoso (¡así le dicen al ciberbullying en español!) se ha convertido en una serie de charlas, talleres y eventos que enseñan y ayudan a combatir a este enemigo de los más ingenuos o indefensos.

Me faltan todavía un par de años de secundaria y no tengo idea qué voy estudiar en la universidad, solo sé que quiero terminar bien y tener ese diploma de mi lado. Me gusta la psicología, las relaciones públicas, la fotografía o el ser community manager de redes sociales, así que ya veremos. Y a pesar de ofrecerme como voz y representante de las mujeres molestadas o explotadas en internet con #yonomedejo, pasará mucho tiempo antes de que vuelva a tener ganas de subirme a un karaoke y cantar.

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Este cuento está inspirado en los resultados de un estudio cualitativo y cuantitativo hecho por IPSOS en 2013 -con una muestra representativa y cobertura nacional- y comisionado por Génesis Comunicación Estratégica.

Cuento extraído de "En vida real: un estudio e historias sobre el panameño de hoy".

ISBN 978-9962-05-741-3

Publicado como ebook por Génesis Comunicación Estratégica, 2014.