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DocuArtePanamá: algo que necesitábamos ver

Un nuevo documental registra las primeras generaciones de pintores del istmo.

Las personas que trabajamos en el área cultural y artística de Panamá compartimos una ansiedad por documentar. Esta necesidad se basa en que a pesar de generar mucho contenido, además del contenido histórico ya existente, son pocas las avenidas para lograr que esa exposición o ese artista sea visto por más personas más allá de la noche del opening, con la motivación adicional de que esos eventos y personalidades queden registradas en algún lugar para la posteridad. Y para el acervo cultural de la nación. Quizás suena grandielocuente, pero es cierto. 

Pongamos de referencia a otro país para entender el contexto. En México quizás haya decenas de libros que comentan y analizan la obra de, digamos, Diego Rivera; si se realiza alguna exposición en alguna galería o museo, seguramente dos o tres periódicos o revistas especializadas le dedicarán algunas columnas para reseñarla y comentarla; algún programa de televisión o radio le dará espacio al artista para que en una entrevista hable de su obra; algún fanático del arte publicará en sus redes sociales algún comentario o recomendación al respecto también. Todo esto suma a esta bendita documentación y registro. 

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En Panamá, sin embargo, esos espacios mediáticos cada vez son menores, sobre todo en los medios tradicionales. Ya casi no hay revistas; los periódicos, en su reducción de personal y espacio informativo para adaptarse al nuevo mercado en la era del internet, ofrecen muy pocas noticias de arte nacional, para no decir de cobertura de eventos; igual pasa con la tele y radio: sí disponen del espacio, pero después de insistencia y esfuerzo por parte del artista o sus promotores. No es como si todos los medios o periodistas están atentos, interesados y dedicados a este importante menester cultural. Aunque deberían.

Esta es precisamente parte de la razón por la cual yo, un periodista sin medio, hace reseñas largas y tendidas en su blog personal sobre arte y cultura panameña. Recuerdo la reseña que hice de la última exhibición de Brooke Alfaro, un gran maestro panameño vivo: escribí casi 3000 palabras al respecto, un espacio que incluso hace 20 años pocos medios locales dedicarían a este señor y su obra. Cuando voy a eventos culturales y de arte los periodistas que asisten se cuentan con los dedos de una mano, y las notas que se publican después si acaso son igual de reducidas.  

Y qué decir de los libros, uno de los principales medios de comunicación para un registro formal y elevado de algo. Artistas ya establecidos y de gran reputación, quizás también con acceso a patrocinadores y fondos, han podido hacer libros que documenten su obra. Tal es el caso de Alicia Vitieri y Coqui Calderón y Sandra Eleta; pero en esa misma línea ya deberíamos contar con libros (varios) de Julio Zachrisson, Mario Calvit o Alfredo Sinclair, por ejemplo. El contenido está ahí. El interés también. ¿La intención y el dinero? ¡Quién sabe! 

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Nancy Calvo y Arlene Lachman comparten esta ansiedad de documentar el arte nacional. Desde su Fundación Arte Panamá este ha sido su propósito, el cual lo han logrado primero con subastas, luego con una exhibición itinerante, seguido de catálogos/libros, y ahora con un documental. 

En su afán investigador, y queriendo registrar vida y obra de decenas de artistas con cierta estructura y orden, ellas crearon cinco etapas del arte panameño desde mediados del siglo XIX hasta hoy, todas arraigadas a la fecha de nacimiento de los artistas: 1849-1930, 1931-1950, 1951-1970, 1971-1990 y de 1991 en adelante. 

Tanto Calvo como Lachman han sido parte activa de esta historia, por lo menos en los últimos 30 años. A través de su trabajo como gestoras culturales, promotoras y galeristas han conocido a los artistas de primera mano, además de fomentar la actividad cultural con instancias públicas y privadas que han generado oportunidades para decenas de artistas y contenido para miles de amantes del arte. 

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DocuArtePanamá, un documental de cincuenta y pico minutos producido por ambas y dirigido por Patricia González Osorio, es su esfuerzo más reciente. Se estrenó con alfombra roja el primero de noviembre de 2022 en el nuevo Teatro Pacific, en un evento que contó con la presencia de amigos y colaboradores. Editado por Luis Troetsch, y con temas musicales de la querida y talentosa Patricia Vlieg, es el epítome del trabajo de su fundación. 

La obra audiovisual se concentra en las dos primeras generaciones de artistas panameños, cubriendo un periodo de 100 años entre 1849 y 1950. Se habla de Epifanio Garay y Roberto Lewis, llegando hasta los antes mencionados Eleta, Calderón, Vitieri y Alfaro, entre muchos otros. A través de entrevistas a expertos y artistas conocemos, aunque de manera súper resumida, un poco sobre ellos, sus técnicas y temas, captando cómo el arte en Panamá pasó por los mismos caminos que la región: de un clasicismo tradicional al final del decimonono, a un modernismo propio de la segunda mitad del siglo XX. 

El documental se disfruta, primero, por la experiencia de ver en grande obras que quizás solo habíamos visto en medios impresos o en alguna que otra muestra; apreciar sus detalles en una pantalla de cine da otras perspectivas de sus técnicas, además de generar un tipo de orgullo al ver algo tan bueno y tan propio ser exaltado con el respeto que se merece. Las tomas de pinturas de, por ejemplo, Sinclair y Chong Neto, algunas de ellas animadas para aportar dinamismo a la narrativa, demuestran el talento de sus autores y reafirman su valor. 

La otra razón por la cual el documental posee un gran peso informativo es por las entrevistas relativamente recientes que se le hicieron a los participantes. Cada uno de ellos podría ser un documental por cuenta propia, y escucharlos en viva voz comentar sobre su trayectoria inspira y conmueve. Vale notar que aquí están quizás las últimas entrevistas de Calvit y Zachrisson antes de sus respectivas muertes en 2020. 

Las limitaciones reales de presupuesto y producción se notan en que el documental tiene el tiempo apretado, por eso se le dedica apenas unos minutos a cada artista. Viendo esas entrevistas, y sabiendo la cantidad de obras que cada quien hizo durante su vida, uno imagina todo lo que se tuvo que editar para solo usar algunos minutos de lo que cada quién tiene que decir, que es mucho seguramente. Esto fácil pudo haber sido un documental de dos o tres horas, pero hacer eso cuesta el doble de dinero y tiempo de lo que Lachman y Calvo ya de por sí han invertido. 

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Valdría la pena, quizás, editar esas entrevistas y publicarlas por su cuenta. Aunque eso también ya restaría a los recursos que hay que poner para hacer lo que sería la segunda parte de este documental, abordando a los artistas más contemporáneos de Panamá. 

DocuArtePanamá se proyectará en la sala de proyecciones del Museo del Canal, y las productoras ya tienen amarradas proyecciones internacionales en eventos culturales en varios países. 

El esfuerzo de Calvo y Lachman ha sido grande y este documental lo refleja. Espero que sigan con su trabajo y que logren una documentación completa de esas generaciones de artistas que ellas, y muchos más, conocieron y disfrutaron en persona. Esto para que las generaciones futuras de artistas y amantes del arte, aquellos nacidos en el siglo XXI, sepan dónde comenzó todo. 

Puedes ver el documental aquí.