Un largometraje y un documental de producción reciente muestran un lado más realista de estas rubias icónicas.
La rubia falsa original
Esperé un tiempo para ver la película Blonde sobre la vida de Marilyn Monroe porque había leído muy malas críticas. Que estaba muy larga; que estaba muy loca; que algunas cosas eran inventadas o exageradas. He leído sobre la vida de Marilyn lo suficiente como para conocer los datos principales sobre su, realísticamente hablando, trágica existencia. Trágica porque sufrió más que gozó, para dejarlo claro.
Sepan que el guion de Blonde está basado en una novela, en una ficción, pero escrito por una mujer: Joyce Carol Oates. Su intención cuando publicó el libro en el año 2000 era pintar una imagen más fragmentada y realista de la estrella de Hollywood, aunque anclada en ciertos hechos. La película de Netflix inspirada en el libro, y dirigida por Andrew Dominik, un director kiwi (Nueva Zelanda) que ha hecho su carrera en Australia. Fue producida por Plan B, la productora de Brad Pitt, ni más ni menos.
Las opiniones negativas sobre Blonde recaen en la estética y en la temática. Estéticamente porque alterna de blanco y negro a color casi al azar; tiene una animación; y hasta tiene un feto que habla (varios, de hecho). En vez de mostrar a Marilyn como una gran heroína que vence a todo y a todos para lograr el éxito, “empoderada” como dirían hoy en día, la presentan como (quizás) realmente lo fue: una mujer traumada, abusada y falta de comprensión que apenas pudo lograr lo que hizo por su mera determinación a triunfar, y dentro de un sistema hecho para comerse vivas a personas como ella.
Es bien sabido que el Hollywood de antaño, que apenas ahora está cambiando de piel, era una industria dominada por hombres machistas y sexistas que usaban a sus “estrellas” casi como esclavas para crear películas populares, hacer dinero y tener sexo con mujeres atractivas. En ese entonces todos los actores trabajaban por contrato para los grandes estudios que prácticamente dominaban sus vidas. Liz Taylor estuvo en eso desde niña hasta que se cabrió. Judy Garland también, y la película más o menos reciente sobre ella (Judy, con Renée Zellweger) muestra las consecuencias a largo plazo de estas prácticas.
¿Qué consecuencias? Drogadicción para aguantar la explotación laboral que las mantenía activas todo el tiempo. Control abusivo de las vidas de las personas, tanto así que les cambiaban los nombres o les decían con quién y cuándo casarse. En el caso de Blonde destaca que Marilyn siempre se refiere a sí misma como Norma Jean, su nombre real, y todos en su círculo cero le llaman así. “Marilyn” se convierte en un personaje que, con ayuda de maquillistas y estilistas y un cambio de voz, se manifiesta frente al espejo y en las pantallas.
Algo que me llamó mucho la atención sobre Blonde es precisamente lo, a simple vista ridículo, de que Norma Jean se comunicaba con sus fetos. Parece que tuvo tres abortos provocados por el estrés del trabajo, o por no descarrillar una carrera en ascenso (el primero es inducido). Si eras una mujer del siglo pasado sin una familia estable, con valores relativamente tradicionales, lo más seguro es que casarse y tener una familia con hijos eran una meta aún más atractiva que ser popular y ganar dinero. En la película eso aparece como el trasfondo del drama de la vida de la actriz: ella quería destacar en el cine, sí, pero en el fondo anhelaba el casarse y tener un bebé.
La otra cosa que destaca de la película, y que coincide con la realidad actual de cero tolerancia a la explotación y abuso de las mujeres, es cómo muestra la objetificación de Marilyn y los abusos a los que es sometida. La vemos ser violada por el dueño del estudio que le da su carrera; la vemos llamar la atención de los productores por su culo y sus tetas más allá de por su talento como actriz e intelecto (¡que los tenía con creces!). La vemos en una de las escenas sexuales más incómodas de la historia del cine, en mi opinión, cuando el mismísimo John F. Kennedy, postrado en una cama por sus constantes dolores de espalda, la obliga a hacerle una paja y una mamada mientras él habla por teléfono con La Casa Blanca sobre sus líos de faldas.
Aunque lo anterior sea ficción y no esté confirmado, no me extrañaría en lo absoluto que haya sucedido así, considerando la mentalidad de la época.
Además, en Blonde vemos a Norma Jean ser abusada horriblemente por su mamá, que desde niña la quería matar; la vemos tratar de ser una buena esposa a hombres conservadores de la época que apenas la entendían con sus traumas y con su poder como sex symbol; la vemos vomitar realísticamente; la vemos sin maquillaje en ropa interior y súper maquillada y vestida de gala; y la vemos a lo largo de la película añorar a una figura paterna que nunca llegó y que tal vez nunca existió.
Ana de Armas, la actriz española que estuvo meses en Panamá filmando Hands of Stone, donde interpretó a la fula esposa de Roberto Durán, mimetiza muy bien a Marilyn, tanto en su voz como en sus manierismos y su imagen. Estos roles biográficos con personas traumatizadas son la carne de los Oscars, y en este caso, a pesar del cliché, hay que darle el crédito a la actriz por hacer muy bien una interpretación complicada para un film arriesgado.
No recomiendo Blonde en realidad, porque no es una película para cualquiera. Pero sí sería un gran ejercicio de empatía y conciencia moderna que hombres mayores que siempre la han adorado la vean así: llorando y sufriendo tanto como brillando y seduciendo. La escena final y de los créditos, que muestran sus pies en una cama y luego las estrellas del cosmos, me parecieron particularmente acertadas.
La rubia falsa moderna
En los primeros cinco minutos de Pamela A Love Story, un documental estrenado hace unas semanas en Netflix, se presenta a una Pamela Anderson como nunca la habíamos visto: sin maquillaje, con un vestido holgado, en una casa bucólica en el norte de Canadá. Nada de escotes exagerados, maquillaje caricaturesco o escenarios sexys como las playas de California que la hicieron famosa.
Lo que la ex playmate de Playboy ha dicho es que este documental, producido por su hijo mayor y con su total consentimiento, es su manera de “tomar control de su narrativa”, una forma actual de decir “esta es mi vida y esta es mi verdad”. Y es cierto: desde que llegó a la fama por posar desnuda, por estelarizar en Baywatch, por tener novios guapos y rockeros, y por ser la protagonista del primer video viral de la historia, Pamela Anderson ha sido abrumada y enterrada por una opinión pública que, al igual que con Marilyn, la objetificó para su propio gusto y entretenimiento, negando, obviando o ignorando a la persona real detrás de la imagen.
En el documental de casi dos horas Pamela es entrevistada en la casa de sus padres en la islita de Ladysmith, Columbia Británica. Se presenta como una mujer vivaz y honesta, con ese encanto natural o je ne sais quoi que hace que una persona capte el ojo de fotógrafos y fanáticos. El peso del documental recae en sus cientos de videos caseros, diarios y notas personales que la modelo recopiló en los últimos treinta años, documentando su vida para la posteridad de una manera espontánea (“orgánica”, le dicen ahora), y no tan obvia como lo hacemos hoy en día en la era del internet y las redes sociales.
Aunque sus papás aún viven y siguen juntos y la quieren y la apoyan, Pamela tuvo una infancia con abuso sexual (de una nana y de un hombre adulto), vivió problemas maritales de sus padres (papá alcohólico), y salió de un ambiente rural a un ambiente súper urbano al llegar a Los Ángeles para modelar para Playboy en 1989. Experimentar la vida en la exótica Mansión Playboy, con sus actores y estrellas e intelectuales y mujeres atractivas, le dio una idea de lo que podía hacer en la vida. Y eso era ser modelo.
Cuando poco después empezó a actuar en Baywatch a principios de los 90, sin mayor experiencia, interpretaba a un personaje casi basado en sí misma: enamoradiza, energética y encantadora. Ese éxito masivo le dio estabilidad económica y fama mundial. Sin embargo, y a pesar de la larga lista de novios atractivos, ella en el fondo también solo quería casarse y tener hijos. Logró eso con Tommy Lee, el alocado baterista de la banda de rock pesado Mötley Crüe, quien después de una década del más desenfrenado despilfarro también ansiaba algo estable.
Se casaron a días de conocerse. No paraban de filmarse el uno al otro, enamorados tanto de ellos mismos como del advenimiento de las cámaras digitales. La tragedia de Pamela (y de Tommy hasta cierto punto) sucede cuando unos contratistas que estaban remodelando su casa les roban una caja fuerte con objetos íntimos, entre ellos sus videos caseros. Eso llevó a la publicación, en los albores del internet, del infame video de unas de sus escapadas sexuales. Cuando esto pasó ellos estaban en pleno idilio familiar con la llegada de su primer hijo.
Ese acontecimiento marcó la historia de la pareja tanto como de la industria de la pornografía. También presentó una forma nueva de lograr una popularidad global. Recordemos que, años después, Kim Kardashian saltó a la fama tras la publicación, primero ilegal y luego bajo su consentimiento, de un video similar con uno de sus ex novios. Su amiga Paris Hilton, a pesar de ser millonaria, también hizo lo mismo.
Esto afectó tanto la vida de Pamela que, hasta hoy, siente una incomodidad física con la sola mención de lo acontecido. Eso es un trauma. Sus dos hijos varones lo sufrieron desde niños. A pesar de sus encantos, su carrera como modelo y actriz se estancó y no volvió a ser la misma. “The drama is real”, como se dice. Lo irónico es que en ese video (sí, lo vi como a mediados de los dosmiles) se ve a una pareja súper enamorada y cariñosa. Pamela y Tommy eran dos seres físicamente hermosos que conectaron a un nivel profundo. Sus hijos los tuvieron ya casados, y solo se separaron cuando Tommy se puso abusivo por ya no ser el centro de atención de su amada.
Vale destacar que, igual que con Marilyn en Blonde, el primer embarazo de Pamela resultó en un aborto natural precisamente por el estrés de lidiar con las presiones legales y la opinión pública alrededor del caso por robo del video.
Enamoradiza también como Liz Taylor (se casó ocho veces), Pamela se ha casado y divorciado de cinco hombres. El documental la ve cerrando los capítulos pasados y ansiosa por empezar cosas nuevas, tanto en lo profesional como en lo personal. Al final del documental uno de sus hijos comenta que mientras ella se prepara para interpretar el papel de Roxy en el musical Chicago en Broadway, un logro para cualquier mujer en la industria del entretenimiento, ahora ya no tiene la presión de tener que complacer a un novio o sentir los celos de un marido. Lo está haciendo por ella misma y para su propio crecimiento profesional.
Se comenta también su activismo con PETA, la organización que promueve los derechos de los animales. Yo creo que si Marilyn hubiese seguido viva ella se hubiera convertido en una defensora de los niños adoptados, o de los derechos reproductivos de las mujeres.
Se pueden extraer más conexiones entre Pamela y Marilyn a través de estas producciones de Netflix, un canal que también es un estudio y que al momento tiene los mayores recursos y difusión para producir todo tipo de cine.
En lo personal, estas historias conectan con la temática de mi novela Nuevo paraíso, en la cual al final la protagonista, una mujer soltera, sin hijos, no casada, con traumas superados y capacidades profesionales, se siente plena y feliz con su propia compañía, abierta a un nuevo futuro en el cual ella tiene todo el control.