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¡Ganarse la vida a punta de Word es posible!

 

Lecciones tras 12 años como escritor y editor independiente 

Desconozco la fecha exacta como para celebrar un aniversario, pero la última vez que tuve un trabajo tiempo completo de oficina fue en 2010. Desde entonces me he dedicado a freelancear, que es la verbalización y latinización de la expresión inglesa freelance, traducida literalmente como “lanza libre”, adecuada para un sagitario que hace lo que yo hago. 

En esa década y dos años muchas cosas han cambiado: las redes sociales se convirtieron en parte diaria de las vidas de billones de individuos; los medios de comunicación impresos, como las revistas y periódicos, se han reducido en relevancia y poder precisamente porque las redes revolucionaron la manera como consumimos lo que hoy llamamos contenido. Y pues uno, que nació hace más de 40 años, ha madurado y evolucionado personal y profesionalmente. 

Mi intención aquí, antes que vanagloriarme de logros, es demostrar que la profesión u oficio del escritor –antes vista como algo menor o poco relevante– hoy en día es más importante que nunca. Esta nueva realidad abre las puertas a personas con la misma vocación, y para ellos es este artículo. 

Antes de lanzarme al ruedo como independiente fui editor de revistas. Eso quiere decir que asignaba, revisaba, escribía y supervisaba la redacción del contenido de estas publicaciones, las cuales incluían los géneros periodísticos de reportaje, entrevista, columna, editorial, artículo y crónica. En 10 años, la primera década de mi carrera, la industria editorial en Panamá explotó (hoy está casi muerta), y en ese tiempo pude editar revistas de ventas, ciencia, golf, derecho, negocios, salud y estilo de vida. Todo eso me ayudó a desarrollar la versatilidad de mi redacción, o sea el poder escribir de acuerdo a un tema con un tono y un público en mente, además de pulir mi técnica. 

Ese pulimiento es clave. En la universidad, cuando soñaba con graduarme para trabajar en el periódico La Prensa, yo pensaba que TODOS los periodistas, al trabajar diariamente con el lenguaje escrito, eran grandes redactores. Gran error: el periodista promedio redacta eficientemente, sí, pero se confía de más en todos los editores y correctores que terminan revisando y corrigiendo su texto. Cuando tú eres el editor no tienes esos lujos. 

Así que la primera gran lección es que tu estándar de calidad como escritor o escritora comienza contigo mismo o misma. 

Cuando decidí independizarme fue por dos grandes razones personales: ya sentía que había llegado al tope de mi rama como editor de revistas, y tenía deseo de saltar a la literatura y publicar libros. 

En estos doce años he publicado cinco libros, tres de cuentos, una biografía, una novela, y editado alrededor de una docena más para otros. Pero esto es solo una parte de mi trabajo. 

Mi entrada principal, de lo que vivo y pago renta e impuestos y gasolina y súper, es de ofrecer lo que yo llamo servicios editoriales. Eso quiere decir que trabajo con empresas o negocios, o con agencias de diseño gráfico y web, para hacer lo que siempre les falta: la redacción de textos, el contenido, el bla bla bla al cual suelen referirse en broma y en serio. 

En esa línea, y hasta la actualidad, he trabajado redactando contenidos para docenas de empresas e instituciones, aplicando las técnicas aprendidas como periodista y editor y copywriter publicitario a sus contenidos comerciales y de marca. 

La redacción para blogs y posts de redes sociales la aprendí sobre la marcha, pero ya teniendo la base de cómo estructurar y dirigir textos según el público y el tema. 

He hecho textos para firmas de abogados, empresas de bienes raíces, nuevos negocios de tecnología, artistas, ONGs, etcétera. En lo que a libros se refiere, he editado memorias personales e institucionales, novelas de varios géneros y estilos, cuentos infantiles y hasta recetas de cocina. 

¿Qué escritor o editor no querría esta variedad? Esto se traduce en diversidad tanto temática como económica, y te mantiene al día con el mundo y el zeitgeist o clima de opinión de la sociedad que te rodea. 

Este es el escenario en el cual un escritor tiempo completo puede desarrollarse. 

La única competencia son otros como uno, periodistas y escritores y editores que editan y ofrecen sus servicios dentro de sus preferencias u oportunidades. Y algo que he notado es que, parafraseando, “cada editor con su librito”, queriendo decir que cada persona que redacta y corrige para otros tiene una particular forma de hacerlo. Hay estándares de calidad, sí, pero van a acorde a la persona que los ofrece. 

Esto es una revelación importante. Yo veo libros editados por otros y veo cosas que yo no haría. ¿Quién está bien o mal? Ya depende de cómo le sustentes tu trabajo a tu cliente en realidad, y que el cliente tenga cierta conciencia o no de qué es lo correcto o el mejor camino a seguir. 

La vaina es que, muy a pesar de lo que pensaba mi papá doctor, sí pude ganarme la vida como escritor, usando el menos aprovechado y a veces incomprendido programa de la suite de Microsoft Office: Word Perfect. Sí, uno puede armar un PPT o maniobrar una hoja de Excel, pero lo de uno es texto y la mejor plataforma para hacerlo es ese programa. 

Todo esto para decirles dos cosas.

1-Hoy existe más oportunidad para escribir y ganarte la vida haciendo eso

Si lo que te gusta es la palabra escrita, pues esta es tu oportunidad. Empresas, individuos y grupos colectivos necesitan de personas que los ayuden a redactar sus mensajes y contenidos. La redacción profesional es un estándar de calidad, así como el buen diseño y la fotografía, y una persona con experiencia en estos menesteres podrá sacar provecho a esta demanda. 

OJO: ganarte la vida de ser escritor de literatura es otro cuento, uno menos rentable y tangible. Por eso mi recomendación es redactar textos comerciales para ganarte la vida, y escribir literatura para expresar tus ideas y sentimientos. 

2-Los escritores nos necesitamos unos a otros

La experiencia y el sentido común revelan que nadie es bueno por cuenta propia. Siempre has de necesitar un apoyo adicional de alguien con más conocimientos que tú, que avale tus ideas o destrezas, que te guíe, o que por lo menos te aporte otros datos que te ayuden a mejorar. 

Los libros son productos tan intelectuales y complicados que se benefician de, por lo menos, un buen editor o asesor que te ayude a lograr el mejor producto posible. Esto es real e indiscutible. Toca vivirlo en carne propia para entenderlo a cabalidad.