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Horacio Valdés: Un tributo inesperado

Panamá pierde a uno de sus artistas más queridos mientas otro músico reflexiona sobre el talento y la muerte.

Esta es la anécdota que yo siempre contaba a otros músicos cuando Horacio Valdés era mencionado en conversación:

Fue hace como ocho años. Un día, un miércoles o martes, tipo once de la mañana, me estaba estacionando para ir a un local en una plaza comercial en la 12 de Octubre cuando de repente lo vi. Salió de una Porsche Cayenne rojo vino, ropa de gimnasio, lentes de sol; se veía atlético, atractivo y alto, y cuando lo vi caminar hacia un gimnasio pensé: “Este man lo tiene todo, talento, belleza, dinero, y puede ir al gym con toda su pasta tarde en la mañana, ¡qué buena fucking vida!”.

Indudablemente había reconocido a Horacio Valdés. Su rostro ha estado presente en la cultura popular de Panamá en los últimos 20 años. Lo vimos en portadas de revistas, en presentaciones en la tele, en videos de internet y redes. Como cantante de Son Miserables llegó al máximo éxito que un músico del patio pueda soñar: contrato con una disquera internacional justo en la flor de la juventud, haciendo música con sus amigos y logrando un público cada vez mayor, principalmente de mujeres. Sus canciones eran sonadas en la radio y cantadas por miles de fanáticos.

Cuando esa banda cumplió su ciclo él siguió tocando, posteriormente en los grupos Nave y Post con su amigo, el baterista Nano Alemán, y luego como cantautor solista. Esto demostraba que la música era una constante en su vida, algo que él tenía la necesidad y la pasión de hacer. Porque así como era famoso por “Tengo ganas de verte” y “Mírame”, Horacio era conocido en la industria musical como “el abogado de Rubén Blades”, ayudando al maestro en los diversos asuntos legales de su carrera internacional. Este era el otro lado, el que permitía el carro de lujo y la vida cómoda: el “Dr. Valdés” era un abogado de Morgan & Morgan, una de las firmas más importantes de Panamá y la región, y sus estudios habían culminado con un doctorado en leyes de Tulane. También sabía que se había divorciado y que tenía dos hijas.

Siendo un músico independiente de rock alternativo que crea temas con distorsión y disonancia que no necesariamente “pegan en la radio”, con recursos limitados por una profesión poco convencional de escritor, y como hombre que siempre ha estado luchando con aceptar su apariencia (sobrepeso, calvicie), es fácil ver cómo el grandioso Horacio Valdés era objeto de burla y envidia para mí. “Qué bonito ser guapo y que todo el mundo cante tus canciones” y “Qué cool tener dinero y contactos para poder grabar y hacer conciertos grandes” eran las principales máximas que soltaba al respecto. Con tantas carencias que tiene el músico promedio, los privilegios a los cuales tenía acceso Horacio y su clan causaban asombro, a veces molestia, y al final uno terminaba diciendo, “¡Pues bien por él!”.

Pero conforme fui madurando como persona y como músico, y queriendo abrirme un poco para salir de mis prejuicios rockeros en los que los artistas de pop son vistos como superficiales, decidí ponerle más atención a Horacio y su música. También tenía amigas que eran fanáticas de sus canciones, al igual que de las mías, y eso me hizo pensar que si ellas podían ver algo bueno en ambos yo tal vez debería ser menos mamón al respecto.

Y sí, la conclusión era que Horacio lo tenía todo. Como guitarrista era impecable, principalmente en la rítmica (lo asociaré para siempre con su Telecaster). Como compositor tenía la fórmula para los hits, y sus temas contaban con un estándar de calidad indiscutible. Su voz, una especie de barítono ronco dulce, era manejada muy bien también. Si a eso le sumas que el tipo era alto y bien parecido, pues, al igual que el también difunto Chris Cornell, se entiende cómo la competitividad de los machos siempre estaba en su contra. ¡Todos queríamos competir con él pero no le llegábamos ni a los talones!

Canal de Panamá lanzó una iniciativa musical hace unos años de la cual tuve la suerte de participar. Se llamaba Sesiones Estudio 20, y eran presentaciones en vivo de músicos panameños que luego eran retransmitidas en YouTube, Facebook y en el canal del Canal en tele abierta. Por supuesto, el primero elegido para este proyecto fue Horacio, y luego le siguieron otros como Making Movies y los Nietos del Jazz. El último grupo en filmar un programa fue Los Chambons, banda de rock pop con muy buenas canciones pero sin un lanzamiento formal en casi 10 años juntos. Yo toco batería con ellos, y cuando nos confirmaron la invitación me dije a mí mismo: “por fin estaré en una plataforma compartida con este ‘miserable’”.

En el canal 26 de la ACP el programa de Horacio sigue rotando desde hace dos años. Viéndolo es curioso notar el frasco de Pai Pa Koa discretamente puesto junto a su silla. Este remedio chino es el secreto mejor guardado de los cantantes panameños, hasta yo le he usado, y verlo junto a Mr. Yo Hago Mi Propio Concierto en el Teatro Nacional me hizo ver que él también, como todos, era vulnerable, o por lo menos tenía que esforzarse para cumplir con su música.

La sesión de Los Chambons tardó más de un año en salir al aire, y cuando lo hizo recibió más vistas de las que esperábamos ya que no hubo promoción alguna. Con ello no era que me sentía igual a Horacio, en lo absoluto, pero con el paso del tiempo y las vueltas de la vida lo había llegado a respetar, al mismo tiempo que yo aprendí a valorarme a mí mismo.

El año pasado mi papá murió de un ataque cardíaco. Aunque lamento su partida inesperada y todavía me acostumbro a ella, admito que lo vi venir debido a que él tenía 72 años, sobrepeso, un trabajo de alto estrés como ginecólogo de la CSS y además era un diabético automedicado. No fue tanta la sorpresa para mí cuando esa llamada llegó un lunes en la madrugada. Pero en el caso de Horacio, a menos que haya tenido alguna condición médica que por alguna razón haya mantenido en secreto del público, la sorpresa para sus miles de fans es más que lamentable y triste.

Hoy lamento honestamente la muerte de Horacio Valdés, por sus hijas, por sus amigos y familiares, por sus colegas músicos y por sus seguidores. Dicen que fue algo con el corazón, otra gran ironía considerando que la temática principal de sus temas era el amor y el desamor. Seguro que él hubiera seguido produciendo música, pero con lo que ya dejó es más que suficiente para crear un legado digno de respeto y admiración.