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Tragicomedia al estilo francés con 8 Mujeres

La nueva obra del Teatro en Círculo es un “whodunit” enteramente femenino que revela una intriga maquiavélica.

Los que tenemos cierta edad recordamos con cariño la película Clue, con los genios de la comedia Tim Curry y Madeline Kahn, que inspirada en el popular juego de mesa es el más claro ejemplo de los “whodunit”: una historia con drama y comedia en la cual alguien es asesinado y el asesino es revelado como la persona más inesperada del elenco. Cada sospechoso es como un arquetipo de conducta humana que es tentado, chantajeado y eventualmente expuesto por lo que en realidad es, y no necesariamente por lo que parece.

Adaptada de una obra original del dramaturgo francés Robert Thomas, 8 Mujeres toma esta premisa y la inunda en estrógenos y astucia femenina. La familia de Marcel, un empresario acaudalado, se reúne en una mansión para celebrar la Navidad. Están cerca de las montañas y está nevando, y da la casualidad de que todas las invitadas son mujeres: está su suegra, una matrona más chispa de lo que parece; su esposa, una mujer de sociedad con inseguridades sociales, por así decir; su cuñada, la clásica solterona llena de anhelos y secretos; sus dos hijas, una recién llegada de Londres y otra menor sumida en novelas negras, ambas llenas de energía; hay dos criadas, una con onda de nana y la otra con encanto de meretriz; y finalmente está la hermana, tan misteriosa como coqueta.

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La hermana Pierrette llega y se arma el alboroto.

Todas ellas coinciden para la celebración cuando el único hombre de la casa es descubierto muerto en su habitación. ¿Quién lo hizo? (insertar el efecto de sonido de sorpresa siniestra ¡chan chan!)

8 Mujeres es una producción de primera. La obra es dirigida por Hannia Woodman, una de las personalidades más destacadas y dinámicas de la actuación panameña. Ha sido productora, actriz y directora, y en sus más de 50 producciones ha hecho de todo, desde musicales hasta cine y televisión, además de dar clases de teatro y ser promotora de la inclusión a través de su colaboración con la Fundación Down Panamá. El reparto está formado por una selección de primeras actrices panameñas y nuevos talentos que fortalecen la puesta en escena, con las excelentes Cloty Luna, Alicia Alonso Cid, Gloryana Reyes, Nilena Zisópulos y Jeanne Marie Leggiere acompañadas también de Masof Sayavedra, Isabela Tasende y Peggy Bousounis.

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Las acusaciones vuelan por todos lados.

Apenas se descubre el muerto la intriga comienza. “¿Se imaginan si en lugar de ocho mujeres esta obra se llamara ocho hombres? El crimen nunca se hubiera descubierto porque los ocho hombres se hubieran puesto de acuerdo y se hubieran unido para un fin común: ocultar sus secretos”, comenta Woodman. Dicho eso, las protagonistas hacen lo que les sale natural, y eso es hablar. Entre las sospechas y dudas salen mentiras y engaños que estas damas han realizado sistemáticamente para proteger sus verdaderas intenciones. La abuela quiere conservar su dinero y siente que alguien quiere robarle, mientras que su hija (la esposa de la víctima) también se aferra a su estatus ante un posible escándalo; las sirvientas tienen cada una su agenda, al igual que la cuñada y la hermana; solo las hijas aparentan una inocencia que se esfuma en el segundo acto.

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La audiencia es invitada a adivinar quién fue la asesina.

El vestuario es impecable, recreando el estilo elegante europeo de la década de 1950 en la cual se ambienta la historia. Con ese recurso cada actriz tiene una armadura perfecta para proyectar a su respectivo personaje, como el vestido conservador gris de la cuñada Agustine, el turquesa elegante que viste la esposa Gaby, lista para celebrar la Navidad, o el ceñido sensual (con sombrero de plumas y lentes oscuros) que viste la hermana rubia Pierrette. Toda la acción sucede en un solo día en la sala principal de la casa, espacio que también fue ralizado con elegancia y atención al detalle.

Woodman logra extraer lo mejor de sus actrices para cada rol. La matrona de Cloty Luna está llena de bríos y casi no muestra debilidad, mientras que los duelos de diálogos entre los personajes de Alonso, Reyes y Leggiere sacan chispas en momentos clave de la trama. Las sirvientas interpretadas por Zisópulos y Bousounis ofrecen sensatez y algo de comedia pícara, mientras que las hijas (Sayavedra y Tasende) presentan las sorpresas que enredan la historia para aquellos que quieren adivinar quién fue la asesina antes de que termine la función.

Sin dar spoilers, cabe señalar que el final es inesperado y con un giro dramático muy propio de los franceses, para quienes las infidelidades sexuales y la muerte son una cuestión filosófica que se maneja con cierta actitud estoica. Los fanáticos de Almodóvar, quizás uno de los mejores guionistas y directores para mujeres, disfrutarán de esta historia que parece predecible pero que no lo es, y en la que las mujeres muestran su lado oscuro por encima de la bondad convencional que la sociedad conservadora espera de ellas.