La nueva película continua el ascenso del cine panameño de calidad internacional con tino, sencillez y un sabor netamente local.
Tomando prestada la expresión que titula esta nueva producción cinematográfica, debo admitir sin pepitas en la lengua que tenía varias aprensiones antes de verla.
Primero, era una adaptación de otra película que se ha adaptado en varios países, haciéndome pensar que la historia sería cualquier cosa; segundo, era una comedia, y desde Chance de Abner Benaim, en 2009, pocas películas panameñas de ese género han logrado dar en el blanco; y tercero, las últimas ofertas de cine nacional que se han presentado los cines habían sido un anticlímax, producciones loables y con mérito pero que se quedaban cortas en ciertos aspectos relevantes, dejando al público ligeramente decepcionado.
Afortunadamente, el sentimiento post-función que produce Sin pepitas en la lengua (Vertical Media Inc., 2018) es uno de alegría y optimismo, junto con la sensación de saber que sus creadores presentaron una película inteligente dentro de su ligereza cómica, que divierte y hace pensar (sin ponerse pesada) sobre los problemas reales de hoy, sobre todo si tienes cierta edad.
La premisa es sencilla: Isa (Ash Olivera) es una publicista que, con 37 años, se da cuenta que las cosas en su vida no encajan. Su novio es egocéntrico y egoísta, con un hijo grosero y problemático; su jefe es un patán que la subestima y le pone a una YouTuber/influencer de supervisora; su mejor amiga y hasta su psicólogo la ignoran, y para acabar de rematar su ex, que es su colega de oficina y un tipo bueno que todavía le coquetea, se va a casar con una mujer diametralmente opuesta a ella. Todo esto le va creando tensiones que, como Michael Douglas en Falling Down pero sin metralletas, la hacen explotar, eliminando de su boca ese filtro que la mantenía diciendo siempre lo que era considerado correcto.
Cuando te ponen a una persona de menos experiencia de jefe...
Lo que le destapa la expresión honesta a Isa es la visita a un curandero chino, y lo que sucede después es una historia contemporánea de una mujer encontrándose a sí misma. A casi 20 años de Bridget Jones’s Diary, y siguiendo la tendencia actual en Hollywood de resaltar a la mujer de una manera objetiva y positiva, esta historia es una comedia que apela principalmente a la mujer de hoy tanto como al hombre, que en una sociedad que está cambiando a la velocidad de un Tweet deben adaptarse y encontrar la felicidad de una manera que sea honesta para ellos. La aparente banalidad de las redes sociales y los millennials, el constante ensimismamiento del hombre adulto, la búsqueda de la espiritualidad a través de charlatanes, la dependencia de los fármacos para las condiciones emocionales, las mascotas como hijos putativos y hasta la validez conceptual del arte contemporáneo, todos son temas que la película toca con sutileza y humor, apelando al estilo de vida de muchos en la actualidad.
¿Y quiénes fueron los responsables de traer esta historia al público istmeño? Carlos García de Paredes es un productor de trayectoria relevante a nivel nacional e internacional, habiendo colaborado en proyectos como la antes mencionada Chance, la biográfica de “Mano de Piedra” Duran Hands of Stone y otros largometrajes protagonizados por grandes de la industria como Shirley McClain, Charlize Theron y Christopher Plummer. Durante una visita al Festival de Cannes otro colega le habló de Sin Filtro, una comedia chilena que estaba rompiendo todos los récords de taquilla en ese país y cuyos derechos estaban disponibles para adaptación; al productor le llamó la atención que la protagonista fuera una mujer y los enredos de la historia, y a pesar de estar anuente a posibles adaptaciones de la película en España, México, Argentina y Estados Unidos decidió adquirirla para producirla en Panamá.
El ex que siempre anda rondando...
Por otro lado, su hermano menor Juan Carlos “Poti” García de Paredes ya se había hecho un nombre a nivel local, primero como músico de la escena rockera (Lemmiwinks, ExNovios), luego como actor cómico (Videos Gallos, Charlie and Hash, Doblado en Panamá) y finalmente como productor/empresario de entretenimiento, organizando conciertos de artistas internacionales (Jorge Drexler, Joss Stone, Meat Puppets), administrando el bar/sala de conciertos El Apartamento/El Sótano y más recientemente fungiendo como manager de los míticos Señor Loop. Su primer crédito como co-director lo tuvo con la adaptación de otra comedia, la animada Bad Cat, la cual tuvo poco tiempo en cartelera el año pasado pero que le sirvió para meter el pie en la puerta del séptimo arte, como quien dice. Ambos hermanos compartían un gusto por el cine, sobre todo por la comedia, y no les faltaban ganas para colaborar. Cuando Carlos consiguió los derechos de Sin Filtro pensó en otras personas para dirigirla, pero cuando ninguno de sus candidatos se conectó con el proyecto tuvo la idea de ponerse el sombrero de director y hacer la película junto a su hermanito.
Ambos compartieron el rol de director y se repartieron las no sencillas responsabilidades de edición, producción y adaptación. Como si esto fuera poco Poti también actúa en el papel del ex novio bonachón, parte para la cual varios actores fueron casteados pero que al final él aceptó por sugerencia de su hermano, quien notó una conexión personal con el papel que quizás daría un mejor resultado en el producto final. Las destrezas previas de esta pareja de directores noveles son notables en la película, que más que recrear la original toma por toma logra dominar la formula casi matemática que presenta el género de la comedia, en la cual el ritmo y el tono mandan.
El novio artista que solo piensa en su obra...
El casting también funcionó. Actores de experiencia (Aaron Zebede, Agustín Golçalvez, Simón Tejeira, Ingrid Villarreal, Miroslava Morales) encajaron perfectamente en sus respectivos roles de reparto, mientras que otros actores/personalidades locales (Camila Aybar, Sara Faretra, Constantino “Tinomatik” Ortiz, Diego de Obaldía) agregaron su particular encanto a sus papeles. Una de las mejores escenas de la película tiene los “cameos” del reconocido artista conceptual Jonathan Harker, la ex miss y presentadora Estefi Varela, la diseñadora de modas Eva Mondehard y el periodista y original fashion blogger Mauricio Herrerabarría, quienes hacen de “clientes” arrogantes de la ficticia agencia de publicidad NOW para vender sus sopladores de hojas marca HRKR.
Los hermanos Cali y Poti García de Paredes durante la filmación en el edificio histórico del Star and Herald en Casco Viejo.
El mérito de Sin pepitas en la lengua recae en lo que otras fallaron. Las producciones que aplican para fondos internacionales, independientemente de la cantidad que logren adquirir, están sujetas al estrés de tiempos extendidos que pueden comprometer la producción; también existen realizadores que, conscientes de su ego creativo, caen en autoindulgencias o caprichos que no necesariamente suman a la historia como tal, creando problemas de guion, casting o postproducción que no pasan desapercibidos para el público observador.
En este caso la película fue autoproducida con el apoyo de algunas “marcas aliadas”, y esto en vez de ser una fuente de fantasías cinematográficas para los directores (¡tenemos la plata para hacer lo que nos dé la gana!) el asunto fue manejado con objetividad y profesionalismo. Por ejemplo, la producción total no superó los seis meses, logrando así un producto fresco y actual; los dos o tres product placements, aunque se notan, no son tan invasivos como en otras producciones nacionales; la adaptación a la forma de hablar local es certera a la realidad y no exagerada u homogenizada, lo cual suele suceder con la idea de suprimir nuestro acento o hacerlo digerible para los vecinos en caso de exportación internacional.
El uso de la ciudad capital como fondo también tiene cierta coherencia (no necesaria pero sí apreciada), enseñando el Casco Antiguo como un lugar para vivir sin que pareciese un brochure turístico, o mostrando a Costa del Este y la Cinta Costera como una plantilla de ciudad moderna y bonita. Problemas contemporáneos de la vida capitalina, como los tranques constantes y los malos proveedores de servicios de internet, también sirven para aterrizar la narrativa al plano de la realidad, y por consiguiente, de la empatía emocional del público con la protagonista.
¿Es mejor aguantar actitudes negativas para mantener una vida de pareja o un trabajo conveniente? ¿Qué valor tiene el amor propio y el estar bien consigo mismo hoy en día, seas mujer o seas hombre? ¿Es posible ser honestos y asertivos sin dispararnos en el pie? Estas son las preguntas nada superficiales que hace esta sencilla comedia de 90 minutos, adaptada como una franquicia de alto valor pero con el claro know how de sus realizadores, y sobre todo sin miedo a mostrar a Panamá y los panameños tal y como son en este momento.
En ese sentido, Sin pepitas en la lengua logró superar muchos de los dramas que rodean la producción del cine independiente, a la vez que proyectó más profundidad en una historia compartida sin mucho artificio dramático que llega a ser innecesario.