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Tres películas horriblemente fascinantes: Pieles, Mandy y Hereditary

Entre tanta producción trillada y predecible aparecen tres filmes de género que asombran en su horror.

El cine de horror y de culto es un campo en el que la creatividad tiene la oportunidad de ser más libre y desapegada a los cánones. También es territorio fértil para crear imágenes e historias verdaderamente fascinantes que incomodan, asombran y asustan en partes iguales.

Muy lejos de la maquinaria de éxitos de Hollywood, cintas de este tipo ya cuentan con festivales especializados a nivel internacional que atienden a un público fiel, además de directores, productores y actores que contribuyen a satisfacer una demanda que nunca se ha detenido, desde George Romero hasta John Carpenter, Dario Argento y David Cronenberg, e incluyendo un universo en el que vampiros, zombies, monstruos, sicópatas, asesinos y demás freaks hacen de las suyas.

Para muestra un botón: el Panamá Horror Film Fest lleva dos años cautivando a un público conocedor con cortos y largometrajes que presentan lo mejor de este estilo cinematográfico, con obras pasadas y recientes que incluyen a talentos nacionales. De hecho, los organizadores del festival, Sol Moreno y Jota Nájera, lograron captar el interés general y superar a otros realizadores de mayor experiencia cuando recibieron el premio mayor de fondos otorgados por la Dirección General de Cine del Ministerio de Comercio e Industrias en 2017. Dicho en otras palabras: el gobierno les dio un cuarto de millón de dólares para producir el primer largometraje de terror de Panamá, aptamente titulado Diablo Rojo (PTY), sobre un chofer de bus y su pavo que entran a otra dimensión y se encuentran con lo peor de las leyendas de miedo del interior del país.

El punto es que a pesar de que las películas de súper héroes dominen las carteleras internacionales, y que la mayoría de la “gente normal” prefiera las comedias románticas, animadas o de acción, millones de seres humanos sentimos placer al ver imágenes que causan shock y que nos sacan de la realidad diaria aunque solo sea por un ratito.

Pieles

No tenía idea de que esta película existía o de qué trataba hasta que un día me senté a verla con una amiga por insistencia suya. A los cinco minutos de haberla comenzado (está en Netflix) estaba con la boca abierta, riendo sin saber por qué y con un leve dolor de estómago.

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Pieles es sobre cómo las personas deformes encuentran el amor y una conexión real con el resto de la gente “común y corriente”. Son varias historias entrelazadas sobre individuos que existen y que tal vez no: está la prostituta sin ojos, muy servicial y coqueta; el chico en silla de ruedas, que luego entiendes la razón por la cual no quiere tener piernas; la mujer con el tumor facial y la sensatez moral sobre el amor y las relaciones; el quemado total que quiere regresar a lo mismo de antes; y finalmente, y sin rodeos, la mujer con el ano en la boca que solo quiere experimentar el mundo y quizás enamorarse. Dos personajes adicionales completan la trama como los amantes, podríamos decir, o dos personas sin aparente deformidad pero que quedan cautivados ante las carencias físicas de los demás.

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El director español Álex de la Iglesia es bien conocido en estos menesteres cinematográficos, siendo el realizador detrás de películas de culto como Acción mutante, El día de la Bestia, Perdita Durango y Las brujas de Zugarramurdi, entre muchas otras. Él sirve de productor de Pieles, ópera prima (la primera película) de Eduardo Casanova, un “guapo” y joven actor, escritor y director que posee una visión bien John Waters de la belleza y de la realidad.

Waters, director de Pink Flamingos, Hairspray y Cry Baby, se encargó de mostrar al público todas las cosas feas, cutres, gallas y de mal gusto que el resto de los grandes artistas del cine sentían muy fuera de lugar para incluir en sus películas. Casanova, en sus primeros cortometrajes antes de Pieles, ya había mostrado un interés en la deformidad y las funciones fisiológicas del cuerpo, quizás en beneficio de nivelar la balanza para que veamos la belleza ideal con una dosis de realidad e imperfección. Un elemento que salta a la vista en la película es el uso de colores pasteles (malva, lila, rosado) como complemento kitsch estético, algo “bonito” que sopesa todo lo “feo” de los personajes y sus vidas. Wes Anderson nunca se atrevería a mostrar a un Bill Murray sin nariz o tuerto en uno de sus inmaculados y simétricos sets, en comparación.

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El final de Pieles es satisfactorio porque, a pesar de todo, el amor gana. De una forma extraña, pero gana. Y eso es algo que el director tenía claro desde el comienzo, ya que la musicalización y algunas dinámicas de las escenas se perciben con el alto drama de una telenovela.

Mandy

El pobre Nicholas Cage, considerado en algún momento como el mejor actor de su generación, ha venido en picada haciendo películas sin mayor trascendencia y generando memes chistosos con sus muecas exageradas, como un Jim Carey en la era de The Mask tratando de ser dramático. Su película más reciente, Mandy, lo revindica un poco, al representar un filme de autor y con carácter en el que sus emociones caricaturescas se presentan en un contexto surrealista que las hace cobrar sentido.

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Mandy es la segunda entrega de Panos Cosmatos, un director canadiense con una predilección por esas películas de los años ochenta y setenta que tenían un ritmo, una estética y una temática enfocadas en crear tensión, repulsión y sorpresa, con uso de efectos especiales puntual y creativo. Carpenter y Cronenberg son los principales exponentes de este estilo, como unos hijos de Hitchcock impulsados por drogas y tecnología.

La historia es simple: una pareja vive su idilio romántico en una cabaña en las montañas; Mandy (Andrea Riseborough) lee y él (Cage) trabaja talando árboles; hasta que un líder de un culto y sus secuaces diabólicos la secuestran y la destruyen, motivando al héroe a cobrar venganza.

El uso de Cage como actor entra en valor en el tercer acto. La tortura de Mandy es mostrada con un close up lento de la reacción de su amado durante el acto, quien después tiene una escena algo desgarradora en un baño donde recibe todo el peso de lo que acaba de presenciar. Después vemos a Cage cargado en alcohol y cocaína vengando el sufrimiento causado. Riseborough, quien viste t-shirts de bandas de heavy metal y lleva el cabello largo y negro, tiene una presencia etérea y escalofriante, y sus ojos son uno de los detalles más tenebrosos que el director usa para crear pánico.

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Pero el mérito principal de Mandy, creo yo, es la recreación en cine de la sensación de tomar LSD. En quizás la escena más impactante de la película, en la que el líder del culto busca seducir a su víctima, la fotografía, las voces de los actores y la música adquieren esa cualidad surreal producida por el estado alterado de conciencia alucinante; esto se ejecuta con un tono macabro interesante, ya que todos los personajes están en un “viaje” de este tipo, permitiendo que el espectador se sienta dentro de la escena.

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El final sangriento incluye hachas artesanales, cabezas decapitadas y aplastadas, además de unos personajes tipo cenobitas de Hellraiser que andan en moto durante la noche en bosques oscuros. Esta es definitivamente una película para ver entre amigos de cierto carácter o solo. Su efecto se pierde si se mira en ambientes no propensos para alucinar o reflexionar, sobre todo porque su ritmo es lento.

Hereditary

Por cada película taquillera de monjas diabólicas, Annabelles y Saws, de vez en cuando aparece una producción que de verdad te asusta y te conmueve. Rosemary’s Baby, The Exorcist, y Sixth Sense lograron este cometido a su manera en décadas pasadas, y Hereditary de seguro que entra en este club, aunque con una onda más contemporánea que tiene más en común con películas como The Shinning, o más recientes como The Witch, Get Out o incluso Mother!, en las que la estética y el suspenso complementan el terror de una forma más notable.

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La herencia de la trama no es tan obvia como parece. La abuela, que según vemos siempre fue emocionalmente distante y discreta, fallece, y su hija (Toni Collete) no la extraña tanto; la nieta (Milly Shapiro) sí la echa de menos, y su hermano mayor (Alex Wolf) se la pasa fumando kenke para aliviar las tensiones entre sus padres (Collete y Gabriel Byrne). Collete interpreta a una artista que hace maquetas a escala y que vive en una casa como de muñecas junto a su familia. Aparte del duelo por la abuela sus dramas son convencionales, hasta que otra tragedia sacude a la familia y todo se va al carajo.

Al igual que la reciente serie de Netflix The Haunting of Hill House, los temas de fondo en Hereditary son el manejo del duelo y la enfermedad mental. Con una banda sonora que es como un pulso o un reloj cuyo ritmo se acelera según la tensión, la película se va desenvolviendo para mostrar elementos paranormales y diabólicos, quizás algo cliché, pero que son salvados por una conclusión sorpresiva y perversa, lo cual la hace muy placentera.

Esta película la vi en casa en una laptop. La tuve que parar varias veces para caminar un poco y relajarme, o para ver cuánto faltaba para que terminara. Si la hubiese visto en el cine los nervios hubieran sido peor. Al igual que en algunos de los hitos de terror cinematográfico previamente mencionados, aquí hay escenas puntuales que recordarás de por vida, y que son tan bien realizadas que las puedes recrear en broma con un sonido o un gesto. Hay decapitaciones, tanto humanas como animales, además de sonidos y desnudos que resultan perversos en su sencillez y aplicación dramática.

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El reparto principal de Collete, Shapiro, Wolf y Byrne es excelente como una familia disfuncional y embrujada, receptores de situaciones que ninguna persona debería vivir, y sus performances recuerdan a las de Mia Farrow y Shelley Duval como receptoras del horror; en comparación, Jamie Lee Curtis en Halloween, considerada como la primera “scream queen” del cine del terror, queda como una amateurque solo grita y se enoja sin mayor sufrimiento.

Al igual que Pieles y Mandy, Hereditary es el producto de un director nuevo, Ari Aster. Serán ellos y colegas de inclinaciones similares los que lleven este tipo de películas hacia el futuro con ideas interesantes y recursos sorprendentes. Otros, como Eli Roth y Rob Zombie, ya han desarrollado un estilo, tono y temáticas propias, algo que los hace valiosos pero que también puede limitarlos.

Estos son solo tres ejemplos de películas de horror/culto que vi durante un par de semanas sin un plan especial. Todas son recientes y han recibido comentarios variados de la crítica especializada, pero existen muchos más directores no de habla inglesa que están haciendo cosas verdaderamente perturbadoras, y por consiguiente, divertidas para el fanático de lo raro y lo oscuro.