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Lily Cherniak y la melancolía del ciudadano universal

Una artista usa la poesía, la música y el performance dramático para expresar sus sentimientos acumulados.

La invitación al performance A la orilla del universo solo decía que sería una “dramatización poético-musical”, y eso fue precisamente lo que el público asistente al Estudio Multiuso del GECU recibió: una poetiza con control del escenario interpretando sus poemas en acompañamiento por un músico y un actor.

El resultado tuvo más impacto del esperado, ya que la combinación de los tres elementos de poesía, música y actuación (además de otro visual con fotografías proyectadas) crearon un híbrido que satisfizo el ojo, al oído y la mente. Fue como un “one woman show” acompañado, en el cual Cherniak interpretó 19 poemas de su autoría con música en vivo y hecha a la medida por la compositora Patricia Vlieg, y con actuaciones de reparto (por así decir) del actor y director de teatro comunitario Danny Calden.

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Vlieg, Cherniak y Calden en escena.

Antes de seguir hablemos sobre la artista. Lily Cherniak es de Ucrania. Es filóloga, traductora y gestora cultural de profesión, y poeta y fotógrafa por vocación creativa. También es una políglota que domina con fluidez el ucraniano, el polaco, el inglés, el español y el alemán. Llegó a Panamá hace décadas –de hecho es panameña naturalizada– y por muchos años se ha involucrado con las causas socioculturales del país en compañía del realizador y comunicador Luis Romero, con quien comparte una estrecha y larga relación. Su visión del arte es inclusiva y generosa, señalando que “el arte debe estar al alcance de todos los públicos y traspasar fronteras, la obras tienen vida propia y son además varias artes en sí”.

Esto apoya su deseo de colaborar, en este caso, con Patricia Vlieg, alumna del Berklee College of Music, cantante, pianista, guitarrista e interprete como ninguna otra en el país (¡y quizás en la región!). Y de igual manera se vincula con los intereses artísticos de Danny Calden, quien ha hecho carrera usando el teatro como herramienta para ayudar a jóvenes en comunidades de riesgo social mientras reafirma sus raíces afropanameñas.

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Sin necesidad de expresarlo textualmente, la artista se muestra orgullosa de su doble nacionalidad ucrana y panameña.

Escritos en un periodo de 10 años, los poemas de Cherniak, según el comunicado preparado por Romero, “son la ruta por la que transitan el dolor, el caos, el individualismo y la segregación de los habitantes del planeta… está también la esperanza, la conversación interior, la identidad, la igualdad entre los seres y el amor a la vida”. Las fotos que ella tomó y que rotaban en una proyección detrás de los artistas mostraban paisajes, tanto humanos como naturales, e igualmente panameños como europeos.

Más allá de las palabras, de las cuales les compartiré algunas, la emoción principal que el público recibió de Cherniak fue una de gran melancolía suavizada con un tono ligero de esperanza. Uno de los momentos más curiosos del performance fue cuando durante el poema Me pertenece el mundo ella dijo, con su curioso acento ucraniano, “sana sana, culito de rana, si no sana hoy sanará mañana”. El público rió, conmovidos y sorprendidos por el uso de esta rima infantil latinoamericana, pero quizás previendo esto la intérprete siguió con “Ríanse, los invito. Yo de risa me reviento. Me reviento y así vivo. ¿Es posible surgir de las aguas profundas y ser felices para siempre?”. Como latino, uno percibe cierto estoicismo de muchos eslavos, quienes se proyectan fuertes por fuera y son tan sensibles como el resto por dentro. Cherniak dijo estas líneas deadpan, con una expresión casi neutral.

En Atrevida invasora de tierras, mientras elogia a las letras latinas que dieron a Neruda y a Gabo, también proyecta las emociones propias de una migrante que además siente el impulso de escribir.

“Atrevida invasora de la tierra

de los Poetas verdaderos,

no siento hoy ni la remota inspiración

para un bello poema,

tampoco tengo olfato para la vida correcta.

Atrevida extranjera en espacios ajenos

no encuentro la entrada reservada para mí.

Igual avanzo. Igual escribo.

Con mis enormes alas,

astronómicas,

- ayer las encontré en el armario -

intento escaparme del callejón claustrofóbico

para los elegidos y aquellos que esperan ser elegidos.

No pertenezco a ninguno.

Igual avanzo. Igual escribo”.

Hasta la felicidad le sale melancólica, ya que en el poema La Felicidad ella dice:

“La felicidad huye,

se esconde,

no se queda mucho tiempo.

Inocentes, pensamos la merecemos.

Imaginamos abrazarla para siempre.

La sembramos en nuestras almas.

La sembramos en nuestra gente.

¿El invierno congeló sentimientos

o la tierra no era fértil?

Hoy no es nuestro día.

¿Tampoco lo será mañana?

Tal vez,

es

sólo

un leve

desvío

rumbo

a nuestras vidas”.

Hubo poemas como Instante, en el cual Cherniak habló en ucraniano y fue acompañada por Vlieg y Calden en español, los tres coreando un verso que anhela un momento de felicidad compartida que, como el título lo dice, no es muy duradera. La presentación cerró con el poema titular, A la orilla del universo, que con resignación y optimismo reconoce el desarrollo personal propio y hace frente a la vida.

“Los recuerdos me invaden,

me inundan,

me ahogan.

No hay espacio para un solo respiro.

Amanezco

en el presente sofocante

con la garganta reseca

y el alma al desnudo.

El corazón palpita,

pero no soy la misma de ayer.

Sobreviviente de mi propio destino,

Aferrada a mis penas,

arrastrándolas

en cada vuelta de mi vida.

me quedaré a la orilla del Universo

observando su baile apasionado.

No!!!

Era yo,

la que cruzó el río.

Era yo,

la que venció sus miedos.

Era yo

la que cantó Victoria”.

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La música y el canto de Vlieg encajaron como anillo al dedo a cada poema, ella lírica y etérea en algunos momentos, contundente y profunda en otros. La presencia de Calden, con su expresión amigable y coloridos trajes de estilo afro y congo, fue un tipo de bálsamo para la intensidad emocional de las dos intérpretes. Lograr un performance integrado tan exitoso, con temas tan personales y poco expresados, es loable y digno de repetición. Espero que este esfuerzo no quede en un “one night only” y que pueda ser presentado en otros escenarios y a un público mayor.

Para mí, hubo dos líneas de dos poemas que me conmovieron hasta el tuétano y me aguaron los ojos: “Un domingo por la tarde nace la soledad” y “Si me preguntas por qué lloro te hablaré eternidades”. La ovación de pie que recibieron los artistas al terminar fue bien merecida.

Con fotos de Tony Johnson.