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El triunfo artístico de Diablo Rojo(PTY)

Un nuevo largometraje del género de terror marca un hito en el cine panameño.

No cabe duda que la industria cinematográfica panameña está pasando por un momento de ebullición. A 10 años del estreno de Chance, de Abner Benaim, una comedia atinada que demostró al público y al mundo que en Panamá se podía producir buen cine, la escena está activa con docenas de proyectos ya estrenados o en desarrollo.

Un elemento que ha catalizado esta nueva realidad ha sido la apertura de la Dirección General de Cine del Ministerio de Comercio e Industrias, un promotor estatal de la industria a nivel de estado, y su Concurso Fondo Cine, el cual otorga fondos a realizadores afortunados. Panamá tiene directores de experiencia y con ideas arraigadas que han participado en el concurso, muchos de ellos quizás sintiéndose meritorios del mismo tan solo por su trayectoria, y por eso les ha de haber incomodado cuando en 2017 la ganadora del concurso fue una panameña que, además de joven, estaba total y absolutamente metida en la onda del cine de terror o serie b.

La enamorada de lo feo

Sol Moreno, chiricana que estudió cine en España a principios de la década pasada, se ganó $600.000.00 para producir Diablo Rojo(PTY), una película que escribió su pareja, Jota Nájera, ambos fanáticos y miembros activos de la comunidad internacional del cine de terror. Dos años más tarde la película es una realidad, y duélale a quien le duela, la considero un éxito artístico.

Pero para entender su valor cinematográfico se deben dar algunas referencias. El póster principal del filme lo anuncia como “Una historia panameña de supersticiones, brujería y diez toneladas de puro diablo”, y eso es precisamente lo que es: una película de horror con cierto tono y estilo, muy evocativo de las películas de los años ochenta como Evil Dead o Nightmare on Elm Street, en los que tienes humor, tomas extrañas, monstruos y muertes sangrientas. Este género, al igual que las comedias y la ciencia ficción, tiene un ritmo muy claro, y el director que no lo maneja bien tiende a producir con resultados mixtos.

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Sol Moreno (centro) durante la filmación.

Tal es el caso de La Noche, de Joaquín Carrasquilla, producida en 2001 y vendida también como una película de horror al estilo del director de moda de ese entonces, M. Night Shyamalan (Sixth Sense). Yo fui al estreno de esta película y fue una de las experiencias cinematográficas más extrañas de mi vida, ya que además de ser proyectada (¡con un proyector de video!) en el hoy desaparecido cine Alambra, la historia, las actuaciones (salvo la del locutor y músico Zito Barés que hizo una versión de sí mismo) y la producción en general, se sentían como las de un estudiante con recursos, no las de un profesional versado. Pero a pesar de todas sus chambonadas, Carrasquilla la vendía con completa dignidad y orgullo, seguro de que sería el Hitchcock panameño.

Curiosamente, La Noche posee una conexión directa a Diablo Rojo(PTY), debido a que ambas reinventan la leyenda de la Tulivieja (o la Llorona en otros países). Pero a diferencia de Carrasquilla, cuya fama artística recae en sus esculturas caricaturizadas en masilla de personajes famosos y en su trabajo publicitario, Moreno y su pareja poseen un background mucho más alineado a su output creativo. Desde 2006 ambos producen cortometrajes y se adentran en la escena del horror trabajando en The Monster Museum, una tienda de artículos sobre películas de culto en Barcelona, donde vivían. También colaboraron con el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, donde los realizadores de todo el mundo estrenan sus producciones independientes y de estudio de temática fantástica, terror y suspenso (¡La Noche fue una de ellas en su momento!).

Antes de establecerse en Panamá en 2016, Moreno y Nájera organizaron durante 10 años el evento temático Festival Horrorvision, el cual luego exportaron al istmo como el Panamá Horror Film Fest, que este año celebró su cuarta entrega consecutiva. Esto les ha permitido estar conectados con realizadores del género del todo el mundo, además de permitirles experimentar un tipo de escuela propia sobre cómo hacer cine de miedo con pocos recursos. El primer largometraje en el que colaboró la pareja, dirigido por Nájera y titulado Megamuerte, estrenó en 2014 y les sirvió para demostrar que ambos eran mucho más que meros fanáticos.

Moreno es una artista conceptual multifacética. Su amor por todo lo feo y lo sangriento lo ha manifestado de varias maneras: en la música con su grupo de punk oscuro a go-go llamado Las Tropigóticas, con el cual grabó un casete (ahora tiene otro proyecto con Nájera llamado Los Tumbamuertos); en dibujos convertidos en afiches, posters, calcomanías y pines, muchos inspirados por heroínas y personajes de películas de horror; en sus fanzines o revistas artesanales temáticas sobre las mujeres y la cultura freak del cine de miedo. Últimamente colabora con un colectivo de artistas en el espacio Ninguna Musa, ubicado en Casco Viejo, y ha comenzado a hacer piezas en cerámica de monstruos, partes de cuerpo y ataúdes. Todo esto lo ha continuado mientras producía Diablo Rojo(PTY) durante los últimos cuatro años.

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¿El pavo pagará el pato?

Otra curiosidad a destacar de este proyecto es que es muy difícil colaborar de manera creativa con tu pareja. El antes mencionado Hitchock lo hacía con su esposa, Alma, con quién trabajaba sus guiones, pero sea en cine o en teatro o en la música, el hacer arte con tu pareja es intenso y puede poner un estrés en la relación. Moreno y Nájera han podido mantener su concubinato a lo largo de la producción de su película panameña, y ese detalle es especial.

Horror a la panameña

La trama de Diablo Rojo(PTY) es simple: un busero y su pavo tienen un encuentro con una bruja que los comienza a perseguir; un par de policías se suman a la aventura, un de ellos herido por el monstruo femenino. Un embrujo los hace llegar hasta Chiriquí, donde junto a un padre bonachón confrontan a un aquelarre, a un grupo de indígenas caníbales y finalmente al monstruo de la Tulivieja.

El primer logro del filme fue el contratar a Carlos Carrasco, un actor panameño que ha logrado hacer carrera en Hollywood y trabajar con actores y directores de renombre. Él es uno de esos actores que se reconocen por la cara más que por el nombre, y su rol como el chofer del diablo rojo le da un poco de caché internacional al proyecto. Sin embargo, y al igual que en Más que hermanos con Eric Roberts, el actor aporta aquí una presencia madura y sobria que no necesariamente lleva la trama. Quizás Carrasco interpreta a su personaje, Miguel Moreno, con la melancolía de un busero que recordaba de su infancia; como que el chofer estaba esperando, resignado, a la bruja que lo iba a llevar al infierno.

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Brujas panameñas al acecho.

Los otros protagonistas están combinados entre actores de experiencia y novatos. Los expertos son Leo Wiznitzer y Renán Fernández, quienes interpretan al Padre Andrés y al policía Teo Carrington respectivamente. Ambos tienen años en el teatro, y mientras Wiznitzer le da un toque de humor pueblerino a su sacerdote, Fernández tiene todo el chance de sufrir y hacer bromas al estar la mayoría de la trama alucinado por una mano gravemente herida por la bruja acechadora. Julián Urriola es el pavo Yunito, mientras que el cantante de punk de Caras de Hambre y conocido profesor de Hap Kido, Edy Blas Valois, es el policía Pinilla; ellos dos son el comic relief de la historia, los que causan gracia y sufren también, y sus personajes son arquetípicos al representar el prototipo del pavo y del tongo: el primero es joven e irreverente con sus porros y sus deseos de manejar el bus, y el segundo es demasiado formal y autoritario, queriendo hacerse el fuerte cuando tenía tanto miedo como los demás.

Del otro lado están Natalia Beluche como Mélida, una bruja intrépida de un aquelarre conformado también por Mariela Aragón y Marisín Luzcando, y Alejandra Araúz como Josefina. Son Mélida y Josefina las que persiguen al chofer Miguel y su combo, la razón de ello se explica al final. Aquí otro punto a destacar: aunque el guion lo hizo Nájera, la historia refleja la postura feminista y pro mujer (pro bruja en este caso) de la directora, ya que en la película los hombres son los perseguidos y las mujeres son las que acechan, invirtiendo los roles que usualmente se manejan en este género cinematográfico. Jason, Freddy, Michael Myers… todos son hombres, y las víctimas siempre son mujeres débiles y lloronas. En ese sentido, Diablo Rojo(PTY) es una película contemporánea que está mandando un mensaje en contra del patriarcado: hoy en día las mujeres pueden ser las malas, o en otra instancia, tienen el poder para vengarse con fuerza.

El otro gran acierto del casting de la película es Duro de Matar, el diablo rojo marca International que la producción adquirió para la filmación. Su presencia es constante a lo largo de la trama, y se hace más relevante hacia el final. Aquí hay ecos de Duel, la primera de Steven Spielberg, en la cual el villano es un tráiler o mula articulada que persigue a un tipo sin razón; en esa película el camión es color café y oxidado, oscuro, mientras que aquí el diablo rojo brilla en todo su esplendor neón, mostrando colorido con sus ilustraciones de castillos y de iconos populares. Las escenas del bus perdido por los caminos chiricanos de noche son hermosas.

En esa línea encontré otra conexión artística y cultural. La fotógrafa Sandra Eleta, a mediados de los años ochenta, se sintió seducida por el video y sus posibilidades artísticas tras años de hacer retratos en blanco y negro. Eso y su amor por la cultura panameña le hizo crear Sirenata en B, una pieza de video arte en la cual se sigue un día en la vida de un chofer de diablo rojo, apreciando el esplendor artístico de estos buses decorados con un estilo propio. La pieza termina, alucinantemente, con el diablo protagonista despegando del Aeropuerto de Tocumen para volar sobre la ciudad, de noche, iluminado como un bólido pop neón. Las escenas antes mencionadas de la película, sin una conexión aparente con la pieza de Eleta, llevaron a ambas artistas a la misma conclusión estética: estos buses lucen espectaculares en la oscuridad y les favorece mostrarlos así.

Otro elemento que eleva el nivel artístico de Diablo Rojo(PTY) es su banda sonora original. El compositor, arreglista y director panameño Ricardo Risco, miembro de la Orquesta Sinfónica Nacional, compuso el soundtrack siguiendo la línea musical de este género cinematográfico, en la cual los violines y tambores provocan tensión y los oboes y fagots traen suspenso, para simplificarlo un poco. El maestro hizo esto como se debe, es decir, que compuso y orquestó la música en tiempo real complementando las imágenes del filme conforme se iban haciendo. El resultado es de primer nivel. Jota Náreja, quien además tiene un lado musical con su agrupación Eyaculación Postmortem, compuso el tema de entrada y otros más, que junto a las composiciones clásicas de Risco le dan un feeling musical de una cinta de los años ochenta o setenta al proyecto, un detalle que suma a la historia, la cual en realidad es atemporal.

A nivel técnico, hay que admitir que se perciben algunos detalles como tomas fuera de foco, altos y bajos de sonido y secuencias que pudieron editarse con mayor dinamismo. Esas fallas, sin embargo, no truncan la historia y solo se notan si se miran con atención. Por otro lado, los efectos especiales y la postproducción son dignos de reconocimiento, ya que impulsan la trama y concretan la estética de la película.

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Interior del Duro de Matar versión chiricana. La foto a la izquierda es importante en la historia.

Al igual que las mejores producciones cinematográficas de años recientes, como Historias del Canal e Invasión, Diablo Rojo(PTY) refleja un elemento de la cultura panameña y lo posiciona en la visión del director, que en este caso se va por el lado oscuro de las brujas y los monstruos. Aunque las películas del género de terror no son para todo el mundo, sí poseen un mass appeal para jóvenes, y yo imagino las salas de cine llenas de hombres y mujeres que, usuarios o no del transporte público, la encontrarán divertida y curiosa. Más allá de eso, esta será una cinta de culto a nivel internacional que mostrará la idiosincrasia panameña al mundo, mientras que nos hará reírnos un poco de nosotros mismos.

A aquellos que puedan quejarse por el hecho de que el estado patrocinó una película donde hay ritos paganos, bebés sacrificados y una monstruosa Tulivieja de dos metros, les digo que esta fue una suerte que benefició a los menos favorecidos en el plano creativo, a los raros, los que producen desde la periferia artística como Moreno y Nájera, cuyo compromiso con su obra es igual al de sus colegas que están más en el mainstream o en lo popular.  

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