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El sur del norte:

un vistazo a

Estados Unidos

vía Arkansas

Este estado rural del país de los estados americanos del norte del continente dice mucho sobre las realidades actuales de dicha nación, y de la “unión” que la formó.

Rechazo y apego

No tenía el más absoluto interés en regresar a Estados Unidos. Por eso cuando se venció mi visa hace tres años, la cual saqué en realidad por trabajo, lo dejé pasar. Pero como dice nuestro gran poeta de apellido y educación anglosajona (Blades, Harvard), “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, a principios de 2024 encontré una razón válida para regresar.

Esta razón implica a una persona a quién visitar, pero no sin que antes esa persona haya adelantado el favor visitándome en Panamá varias veces. Ahora me tocaba a mí devolver este favor. Esta persona estadounidense conoce Panamá más que yo, lo cual es irónico y curioso, y con ella he hecho turismo interno como nunca en mi vida adulta, visitando parques nacionales y recovecos naturales envidiables y hermosos antes desconocidos para mí. Además, a pesar de tener fantasías de ir a Europa y a Asia por su historia y demás, a estas alturas de mi vida preferí visitar y conocer más de Estados Unidos, pero desde el punto de vista de sus espacios naturales.

New York y Orlando son a los panameños como Cancún y Costa Rica para los estadounidenses, los lugares más visitados y turísticos, pero si se piensa en todos los parques naturales y paisajes rurales que el país de nuestro compartido dólar tiene que ofrecer, si es que te apetecen este tipo de lugares, pues el atractivo es otro.

En este viaje no fui al Gran Cañón o a Yellowstone, ni a las cataratas del Niágara o a Yosemite. Fui a Little Rock, la capital del estado sureño de Arkansas (pronunciado ár-ken-saw por ciertas raíces nativas del vocablo) y el hogar de mi anfitriona. Tomé 450 fotos en dos semanas, fascinado por el espacio y la cultura. Y ahora me tomo la libertad de hacer un poco de periodismo turístico en pro de dar a conocer un lugar poco visto en el radar del viajero, el cual encontré sorprendente y revelador en varios sentidos.

Cada estado con su librito

Este parafraseo titular implica que, considerando todo lo que vi en Little Rock, cada estado estadounidense tiene su propio librito y su propia historia e identidad. Estados Unidos es tan grande en su territorio y diversidad que para ellos mismos algunos lugares y personas son tan lejanos y ajenos como si fueran de otro país.

Por ejemplo, un californiano es tan disímil en su hablar y su hacer como alguien de, digamos, Virginia o Michigan (o como un colonense y un santeño). En ese sentido, Estados Unidos y sus 50 estados son como Latinoamérica y sus diferentes naciones, todas unidas por la colonización de España (salvo Brasil) y por el idioma castellano que heredamos. Los estadounidenses están unidos por su unión de estados –redundancia que aplica ante la poca originalidad de su nombre–, por su constitución y por su inglés; puede que esto sea obvio, pero al verlo de frente y para comunicarlo a las masas vale la pena la aclaración.

Lo primero que destaca de Arkansas es su territorio: un panorama boscoso y montañoso con clima templado y fresco. Fui en diciembre, y la temperatura promedio fue de 10 grados. Al entrar de verdad el invierno en enero la cosa baja a menos cero (ahorita mismo está nevando). Sin embargo, y tendré que ir en otro momento para comprobarlo, sus veranos suelen ser tan calurosos y húmedos como los nuestros, por eso los que pueden recubren sus casas con material aislante y tienen calentadores o aires acondicionados centrales. Curioso también que en el tiempo que estuve allí la lluvia fue constante al igual que en Panamá en esas dos últimas semanas del año; ¡el cambio climático nos afecta a todos!

Siguiendo mi propósito de turista naturista, tuve la oportunidad de visitar dos de sus espacios naturales más representativos. El primero fue el Pinnacle Mountain, o monte pináculo, una elevación de más de 300 metros con vista a la ciudad de Little Rock y al lago Maumelle, un lago artificial formado por el río del mismo nombre que sirve de fuente acuífera para la población capitalina, su Gatún por así decir. Como era inverno todos los árboles estaban secos, presentando un paisaje boscoso lleno de ramas largas, grises y cafés durante la subida del cerro, surcadas por grandes rocas cubiertas de liquen verdoso. Me sentía como Frodo en el Señor de los Anillos atravesando las Montañas Nubladas.

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El lago Maumelle como tal es grande, plácido y pintoresco. Se puede pescar y pasear en bote, mas no nadar en él, con eso de que es fuente de agua que luego es potabilizada.

Manejar por las carreteras de Arkansas, ya sea en la capital o hacia otros puntos del estado, es como sentirse en un calendario de esos con vistas pintorescas inspiradoras. Todo está rodeado de cipreses y pinos, y aunque me tocó ver todo seco y café me cuentan que en otras temporadas el verdor y los colores de ciertos árboles y flores son muy encantadores. Yendo a la ciudad de Fayetteville, donde se encuentra la sede de la Universidad de Arkansas (alma mater del infame expresidente Ricardo Martinelli), se sobrepasan puentes entre las montañas Ozark, y si no hubiera estado de copiloto mirando a mi alrededor con la boca abierta hubiera pedido detener el carro para tomar fotos del inmenso paisaje.

En Estados Unidos cada estado tiene su lema. El de Arkansas es “El Estado Natural”, o The Natural State, precisamente porque su paisaje natural es tan lindo. El otro lugar que pude visitar fue el Petit Jean State Park, un parque natural con senderos, una montaña y una cascada que toma su nombre de una leyenda. Petit Jean, o Pequeña Juana en francés, fue una mujer que se disfrazó de hombre para embarcarse de Europa hacia América siguiendo a su esposo, un capitán de barco que descubrió la farsa de su esposa cuando ya estaba en territorio americano… enferma por el trayecto y a punto de morir; ella le pidió que la enterraran en una montaña que vislumbraba la nueva tierra “conquistada” y así lo hizo.

La tumba de esta Yentl (Googlea y mira) se ubica en la cima de Stout Point, otra elevación pedregosa de 300+ metros desde donde se ve el Río Arkansas y el amplio territorio más plano del estado, con pastizales de vacas, una represa en el horizonte y carreteras alrededor. El aire frío en la cima requirió del uso de orejeras, una experiencia nueva para mí.

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Maumelle, Petit Jean… Los españoles reclamaron este territorio de los indígenas nativos Quapaw (entre otros) y luego lo perdieron a los franceses en una guerra. Los galos controlaron el área por un tiempo, incluso nombrando la ciudad capital, Little Rock, que originalmente se llamó Petit Roche o “piedra chica”, en referencia a otro punto geográfico. Luego ellos vendieron el territorio a la nueva nación de Estados Unidos en la “Louisiana Purchase” en 1803, donde por 15 millones de dólares casi que duplicaron su territorio adquiriendo de un solo golpe a Louisiana (donde está Nueva Orleans), Arkansas, Oklahoma, Kansas, Missouri, Iowa, Nebraska, Wyoming, las dos Dakotas y Minnesota hasta la frontera con Canadá.

También pude visitar otra ciudad o pueblo notable en la historia de Arkansas: Hot Springs. Otro milagro de la naturaleza causó que en este valle montañoso hubiera un manantial subterráneo con aguas termales que desde tiempos precolombinos fue muy apreciado. Desde el siglo XIX comenzaron a surgir los hoteles y resorts que anunciaban los beneficios de estas aguas para la salud y el bienestar humano, que brotaban del suelo y que fueron canalizadas y aprovechadas con mucho éxito.

Tanto así que para mediados del siglo XX Hot Springs, antes de Las Vegas o Miami, era un resort town donde personas de todo el país se montaban en un tren al sur para pasar unos días en este pueblito aliviando sus dolencias, además de apostando y pasando un buen rato en los casinos de sus hoteles de arquitectura victoriana/colonial. Al Capone estuvo allí, hasta tenía una casa y otros negocios andando en el área, y el personaje compartió este pueblito junto a otros malandros y celebridades de la era.

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Hilera de las casas de baño de Hot Springs, con su hotel al final. Algunas siguen su función, otras son restaurantes y comercios.

Todas estas bondades naturales no son gratuitas. Por aquí pasan tornados, y en 2023 pasó uno por el mero centro de Little Rock que a su paso arrasó con bosques, casas, edificios, postes, hidrantes y, por supuesto, humanos y animales. Mi anfitriona y sus amigos me señalaban y comentaban sobre lugares que ya no están o cuya área cambió tras los efectos del tornado. De verdad que nosotros en Panamá vivimos en un lugar especial y seguro, sin tornados ni huracanes.

Un tipo de sureños

La primera referencia de lo que es un sureño estadounidense me llegó vía la televisión con los programas Los Duques de Hazard y Los Beverly Ricos. Escuchados en su idioma original, con sus acentos híper articulados y acelerados, ambos presentan al arquetípico sureño estadounidense, que en nuestra cultura podría asimilarse al de los gallegos de España: gente sencilla de campo que desde cierto punto citadino peyorativo podría parecer como ignorante. En inglés el estereotipo de esto se representa en la expresión hick o redneck, y su emblema es la “bandera confederada” que es una cruz de estrellas; la puedes ver en el techo del General Lee, el Dodge Charger anaranjado de los duques motorizados Bo y Luke.

En el complicado clima político actual de Estados Unidos, y ante una revisión estricta de su propia historia, esta bandera es mal vista en gran parte del país. Sin profundizar, la Guerra Civil de Estados Unidos se dio entre los Estados Confederados del Sur, unidos por su agricultura apoyada en el sistema de esclavitud de personas negras, y los “yankees” del norte, donde predominaba una economía de mercado libre y cierta unidad racial/cultural. Los sureños perdieron, pero su orgullo se mantuvo, y aunque los héroes de su bando hoy son vistos como promotores del racismo y la esclavitud, la bandera confederada todavía es hondeada con orgullo en muchos hogares de Arkansas junto a la bandera del estado y la bandera del país.

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Monumento a los héroes confederados en Hot Springs.

En general, e independientemente del color, la gente de Arkansas y Little Rock es amigable y atenta. La cordialidad y la hospitalidad son cualidades sureñas intrínsecas. Sí fue curioso estar en tiendas, en restaurantes y en las montañas antes mencionadas y escuchar voces en español con claros acentos mexicanos o salvadoreños e hindúes, personas que han sido asimiladas a la cultura en décadas recientes. Resulta que a pesar de ser un lugar conservador y tradicional, Arkansas fue por mucho tiempo un bastión demócrata en un área predominantemente republicana, específicamente en Little Rock y Fayetteville. Esto contrasta con lo antes mencionado, pero es verdad: esta diversidad racial y cultural, sobre todo en lo que a inmigrantes se refiere, no se ve tanto en estados vecinos como Mississippi o Alabama o Tennessee, lo cual me sorprendió positivamente.

Sin embargo, cada quien está en su lugar. Los blancos tienen la mayoría del territorio, mientras que los negros y los latinos y demás “morenos” o “no blancos” están en barios separados. La integración se da en el lugar de trabajo y en ciertos espacios comunes, pero no tanto en los barrios y vecindarios. De hecho, hasta la década de los setenta del siglo pasado los matrimonios interraciales en Arkansas eran ilegales, si pueden creerlo. Ilegales (eran leyes contra el mestizaje, o anti-miscegenation laws). En la capital del estado pude pasear por barrios de ricos blancos, con casas de casi un millón de dólares promedio, y por barrios de negros y latinos, con casas viejas y algo destartaladas que pueden costar treinta mil. Se podría decir que pasa lo mismo en Panamá…

También están “los nueve de Little Rock”, estudiantes negros que en 1957 tuvieron que ser escoltados por la Guardia Nacional para poder entrar a su escuela secundaria una vez que el sistema educativo fue de-segregado, aprovechando el nuevo mandato para educarse en una buena escuela pero yendo en contra de los deseos del gobernador del estado y el resto de la población, quienes sentían que esta imposición era inmoral. Las tensiones raciales siempre han estado en Arkansas, solamente que son un poco más tolerantes que sus estados vecinos.

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Monumento a los Little Rock Nine junto al capitolio del estado.

¿Y cómo suena alguien de Arkansas? Una sureña prototípica es la cantante y actriz Dolly Parton, de Tennessee. Digamos que su acento es sureño extremo, con muchos modismos y sutilezas. El actor Matthew McConaughey es de Texas, donde tienen un “drawl” o forma más arrastrada de hablar. El acento de Arkansas lo escuchamos todos cuando el hijo más prominente del estado, y su gobernador más joven de la historia, Bill Clinton, fue electo presidente de Estados Unidos y tuvo dos mandatos en la década de 1990. Es un acento más moderado, un punto medio entre los dos antes mencionados, que puede hacerse más fuerte conforme la conversación se calienta, o mientras más te adentres en territorios rurales.

Un modismo utilizado por todos los estados del sur es el y’all, que se traduce como “todos ustedes” pero que puede ser singular y plural dependiendo del caso. Se usa en saludos, como How y’all doing?, y en despedidas, Y’all take care, now. Es tierno y amable, lo escuché bastante por todos lados, y hasta me encontré a mí mismo usándolo después de unos días.

La conexión con Clinton me permitió una experiencia nueva: visitar a la William J. Clinton Presidential Library and Museum. La mayoría de los expresidentes estadounidenses, una vez terminan sus mandatos, suelen erigir bibliotecas en sus estados nativos para recopilar los registros de sus acciones durante sus presidencias, y también para ser honrados por su gente, por así decir. El lugar tiene la pinta de un museo contemporáneo, con arquitectura ultramoderna en un lugar frente a un río en el centro de Little Rock. El museo tiene desde su limusina hasta los regalos lujosos de sus visitas internacionales, pero sobre todo, muestra registros de todas sus citas, todas sus acciones y sus logros, que en ocho años fueron bastantes.

Uno se sorprende ante la organización y relativa transparencia de los estadounidenses para tener este tipo de museos. Sin embargo, la experiencia fue abrumadora y agridulce: abrumadora porque es buco información, casi saturada, quizás porque en este caso Clinton fue particularmente activo; y agridulce porque viendo lo que está pasando actualmente en este país, mucho de lo que él hizo como demócrata hoy está siendo desvalijado por sus oponentes republicanos y por la sociedad en general, específicamente en el primer mandato de Trump y el que viene ahora. Lo que Clinton hizo por controlar el uso de armas que causan todos estos asesinatos masivos, por optimizar la economía y el dólar, por mejorar los sistemas educativos, por contribuir de manera positiva a solucionar conflictos internacionales, por mejorar los derechos de ciudadanos antes menoscabados (desde los negros hasta los homosexuales), por los sistemas de salud y la seguridad social, todo eso va de mal en peor, o mejor dicho, se está yendo de un extremo del péndulo al otro.

Incluso, aquellos que lo apoyaron entonces, señalan que todo el caso con Monica Lewinsky, aunque sí deplorable, no ameritaba la persecución política que sus contrincantes le hicieron, considerando todo lo demás. Nosotros tenemos el “robó pero hizo”, en su caso es “cogió, pero hizo”. Y lo que vemos en Estados Unidos ahora es lo que vivimos en Panamá cada cuatro años: una falta de continuidad en programas estatales por causa de las divisiones políticas en la alternación del poder. Con Obama, e incluso un poco con Bush hijo, esto se mantuvo, pero ahora el clima es otro.

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Vistazo desde el segundo piso de la galería principal del Museo/biblioteca Clinton. Los muebles en las columnas tienen las actas del día de todos sus días en su despacho presidencial.

Mi anfitriona me dice que Clinton fue odiado por sus paisanos de estado por mover mucho la balanza en favor de aquellos que no eran blancos y cristianos y adinerados, y aquellos que no eran ni blancos ni cristianos ni adinerados, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, le agradecen mucho a Clinton.

Un caso que más me llama la atención fue la firma de los acuerdos de Oslo entre Itzak Rabin de Israel y Yasser Arafat de Palestina en 1993, el momento más cercano a una solución de dos estados y de llegar a la paz entre estas dos naciones que hoy están en guerra. Esto se ve en la sección de política internacional del museo, y varias de las personas que vieron este detalle de la exhibición, tanto locales como extranjeras, durante mis momentos allí, ni siquiera recordaban esto. Aquellos que sí solo movían la cabeza de un lado a otro, decepcionados ante la realidad actual y el camino perdido.

Pero Clinton no es el único “arkansano” famoso. También está el cantante de country icónico Johnny Cash, un artista que fue popular en su tiempo, que dio conciertos en cárceles, que sobrevivió adicciones, que siempre se vistió de negro y que cantó hasta poco antes de morir como anciano. El senador demócrata James William Fulbright, aquel cuya beca que lleva su nombre representa una de las mejores oportunidades para que extranjeros estudien en Estados Unidos, es otro arkansan distinguido por su carrera diplomática de 30 años. Y luego están los Walton…

Panamá, tierra fértil para franquicias americanas, es de los pocos en Latinoamérica que no tiene Walmarts, el gigante de las tiendas al menudeo, fundado por miembros de la familia Walton, de la ciudad de Bentonville, al norte de Arkansas. Creo que nuestro expresidente italiano, aprovechando su conexión con este estado y su cadena de supermercados, trató de negociar algo con ellos pero no llegó a nada. Se dice que los Walton son la familia más rica del mundo y de su país. En otra experiencia memorable durante mi visita pude ir al Crystal Bridges Museum of American Art, bajo el patronato de Alice Walton, una nieta del fundador de la empresa. Yo he ido al MOMA y al Guggenheim en New York, y este museo en esta ínfima ciudad de este estado rural se les puede plantar firmemente.

Es otro edificio de arquitectura ultramoderna (de Moshe Safdie) lleno de todo tipo de arte moderno, contemporáneo y autóctono. En él vi un Rothko, un Hopper, un video de Yoko Ono y una casa entera de Frank Lloyd Wright, además de una impresionante exposición sobre arte alusivo a los nativos americanos de múltiples tribus. Nos tomó casi cinco horas recorrerlo. La entrada es gratuita. Y en ese momento, una mañana soleada y fría a finales de diciembre, había trabajadores, grúas y demás elementos de construcción en acción porque el museo estaba siendo expandido en un 65% (¡!), esto para albergar aun más de la colección de arte de su patrona.

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El poblado o ciudad de Bentonville, donde viven algunos Walton y donde está el centro de operaciones de Walmart, se ve pintoresco y algo artificial, con mansiones nuevas y grandes y limpias, no muy lejos de la carretera que atraviesa el estado. Otro ricachón, el apropiadamente llamado Winthrop Rockefeller, y su hijo del mismo nombre, ambos de la familia multimillonaria newyorkina, vivieron en Arkansas y fueron gobernadores estatales republicanos muy queridos por todos, incluso haciendo en ciertos momentos coaliciones con los demócratas para el bien común (todavía no me han podido explicar qué los llevó del norte al sur, supongo que la tierra a precios económicos y la ausencia de competencia). El bloque residencial de la familia está junto a una vieja planta de agua, y sus mansiones no tenían cerca.

Riqueza pobre

La carencia de cercas alrededor de las casas de todos los niveles socioeconómicos en Little Rock me hizo entender que, a pesar de indigencia y criminalidad en la capital y otros puntos del estado (¡y del país!), hay cierto respeto que nosotros en Latinoamérica, con nuestros muros y cercas de metal alrededor de nuestras casas, no hemos tenido, quizás por no haber experimentado la afluencia económica y social que Estados Unidos llegó a tener durante el siglo XX.

Algo que me llamó la atención también fue el nivel de riqueza que había en las ciudades que visité en Arkansas. ¿Cómo puede haber tantos millonarios y mansiones en un estado “rural” o tan poca cosa como este? Pues los hay, y así como los encontré aquí los encontraré en otros estados de esta unión americana.

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Casa de más de 100 años restaurada en el sector histórico de Little Rock. Alrededor hay otras casas históricas desvalijadas.

Pero esta unión se está deshaciendo poco a poco. El país está claramente dividido. Durante mi estadía falleció Jimmy Carter, el afable expresidente también sureño (de Georgia), aquel que con los tratados Torrijos-Carter hizo una justicia histórica y nos devolvió el canal, lo cual le costó en parte su carrera política y el desagrado de los dos partidos de esta nación neciamente bipartita que rechazaban la iniciativa. He sondeado a varios estadounidenses antes y durante mi viaje, y pocos lo alaban como mandatario, incluso algunos piensan que ha sido de los peores presidentes de la historia del país.

Asimismo, mientras nuestro istmo afronta la crisis migratoria en el tapón del Darién, y mientras muchos en Estados Unidos se sienten atemorizados por las olas de migrantes de África, China y Latinoamérica que están cruzando la frontera desde México, una cantidad ntoable de estadounidenses están sintiendo el deseo de salir del país. Coincidentemente, Panamá ha sido nombrado por la organización International Living por segundo año consecutivo como el mejor lugar para retirarse o jubilarse en todo el mundo. Así que mientras los pobres y sufridos del mundo quieren un poco del “sueño americano”, algunos americanos quieren vivir un sueño tropical y venirse al calor de nuestras costas.

Aquellos que quieren salir del país, personas profesionales con educación universitaria y recursos, no le temen a los migrantes. Le temen a los constantes asesinatos masivos y la violencia general en escuelas y centros comerciales y espacios públicos; le temen a los sistemas educativos públicos cada vez más deplorables (y que antes no eran así); le temen al control de los derechos reproductivos de las mujeres, los cuales han ido en retroceso en años recientes para hacer que el aborto sea ilegal y que el control natal sea más restringido; y le temen a las aseguradoras y a los planes de seguridad social, que en comparación con los de Canadá o Inglaterra son muy deplorables. Se sienten apenados de tener un presidente electo que hace papelón tras papelón con sus tonterías poco informadas, y por su falta de sensibilidad y empatía ante la realidad ajena.

Ver la tele es otro medidor social de un país. Los comerciales de los canales locales, y Arkansas no es la excepción, están llenos de avisos de medicinas para combatir la depresión, la impotencia (¡Cialis y Viagra a menos de un dólar entregadas a tu casa!) y el dolor y múltiples condiciones fisiológicas; avisos para carros nuevos, de preferencia de marcas americanas, y en formato pick up o SUV, que los que más gasolina consumen; avisos para restaurantes de comida rápida, sabrosa y económica que resuelve, pero que también causa problemas de salud.

Entiendo a estas personas, pero su realidad es muy distinta a la mía. Mi realidad como panameño es que hemos de vivir siempre con extranjeros, con expats, sean de Venezuela o de Estados Unidos o whatever, porque nuestro país también es una “tierra de oportunidades” donde se vive en relativa paz y muchas cosas son posibles.

El poema “The New Colossus” se hizo para conmemorar la erección de la Estatua de la Libertad en la Isla Ellis en New York, donde millones y millones de personas inflaron la población estadounidense a finales del 1800 y principios del siglo XX. Esos europeos católicos y judíos, entre otras etnias y culturas, hoy representan el estatus quo poblacional del país, huyendo de condiciones difíciles para encontrar su lugar en un territorio enorme con todas las posibilidades socioeconómicas a su favor. El poema dice:

Keep, ancient lands, your storied pomp!” cries she

With silent lips. “Give me your tired, your poor,

Your huddled masses yearning to breathe free,”

… que sin traducirlo textualmente dice que están abiertos a recibir a las masas pobres y cansadas que quieren libertad, viniendo de tierras antiguas con más historia.

En Arkansas vi espacio, vi riqueza, vi oportunidades. Vi diversidad. Vi comodidad. También vi racismo y clacismo. Vi tensión y aprensión, al igual que aceptación resignación. Vi alegría. Y comí tantas galletas dulces como nunca en mi vida, una aparente tradición navideña.

¿Con qué me quedo? Con la idea de que el país está atravesando cambios sociales complicados, con que su “era imperial” y su influencia mundial va en desenso, y que por eso está mirando hacia adentro, hacia sí mismo.

Este texto, al igual que los tres anteriores en este blog, han sido inspirados por los trabajos en ensayo de la autora estadounidense Joan Didion, quien también comentó en primera persona los cambios sociales y culturales de los años 60 y 70 en su país, destacando su amor por su estado natal de California.