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Entre la vida y la muerte:

Luminoso espacio salvaje

Un nuevo documental explora nuestra última frontera de la mano de un director en la cúspide de su fuerza cinematográfica.

 

La muerte no es algo nuevo. De hecho, es lo más seguro y certero de la vida. Tras la tragedia de la reciente pandemia –en la cual tantos perdimos a tantos– todos hemos tenido a la muerte presente de una manera más tangible. También, con el paso del tiempo, es natural que nuestros abuelos y padres fallezcan siguiendo el ciclo natural de la vida.

En años recientes he ido a más funerales de mamás y papás de amigos (y del mío propio en 2020, ataque cardíaco) que nunca antes. Muchos, señalo con tristeza, fallecieron por cáncer u otras enfermedades que no hemos vencido todavía. Unos dirían que se fueron a destiempo, por su edad o su carácter antes de perecer, pero en realidad se puede decir que cada quién cumple su misión según el tiempo que se le da, o según la resistencia natural de su cuerpo y el estilo de vida que lleven.

Más allá de esta realidad está, pues, el “más allá”, la “vida después de la muerte”, “el cielo”, ese túnel de luz que nos ha de llevar hacia otro plano de existencia (vale decir que si eres ateo o atea lo que sigue cuando mueres es solo la degradación total de tus células). Independientemente de la religión o nivel de espiritualidad que se profese, la mayoría de las personas alrededor del mundo elijen creer y tienen curiosidad por saber qué es lo que pasa cuando morimos.

Esta es la premisa de Luminoso espacio salvaje, el nuevo documental del director Mauro Colombo, italiano radicado en Panamá desde 2010.

 

Explorador de la naturaleza y la humanidad

Como muchos otros profesionales extranjeros, Mauro llegó y se quedó en Panamá motivado por el lugar y su gente. Comenzó a colaborar con el aclamado Abner Benaim y su productora Apertrua Films, trabajando como director de fotografía en documentales como Invasión y Yo no me llamo Rubén Blades, ambas historias trascendentales sobre la identidad nacional hechas con un toque personal.

Desde entonces Mauro ha colaborado en varios proyectos cinematográficos a nivel local. Yo lo conocí alrededor de 2013 cuando me entrevistó para un video que conmemoraba Exit, la exhibición retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo sobre el trabajo del artista Gustavo Araújo.

En 2018 Mauro presentó su ópera prima como director: Tierra adentro, un documental contundente sobre la coyuntura entre lo natural y lo humano en el tapón del Darién. Esa pieza tiene más relevancia ahora con la afluencia mayor de migrantes que pasan por el lugar, y la tragedia humana, social y ambiental que eso representa. En el documental el director muestra el paisaje natural y al elemento humano con igual relevancia, empujado por algo que señala uno de sus perfiles: “Su interés se focaliza en la antropología social y en la relación entre el ser humano y la naturaleza”. Este italiano del mundo ha viajado y trabajado por Europa y Latinoamérica, y su tesis la hizo sobre los aborígenes en Australia.

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Una escena de Luminoso espacio salvaje, donde por primera vez se comentan en cine las tradiciones mortuarias de un grupo originario panameño.

 

Una “película documental”

A veces cuando se habla de en un “documental” se piensa en una obra audiovisual cargada en información que presente e informe sobre un caso o una situación en particular. Está basado en la realidad y no hay ficción. Su lenguaje cinematográfico pasa a un segundo plano para que el espectador conozca lo que tiene que conocer. Por otro lado, una “película” es una pieza de ficción donde la historia y la técnica dominan la narrativa.

Hago esta distinción porque el filme que Mauro realizó es un documental con un toque personal, por un lado, pero su ejecución como guionista, director y director de fotografía tiene un peso cinematográfico propio de alguien con experiencia y un punto de vista. Los documentales de Werner Herzog vienen a la mente.

Luminoso Espacio Salvaje narra, de una manera fluida y casi casual, la manera cómo el director procesa la muerte de su padre en Italia y otro encuentro con la muerte a su regreso a Panamá poco después. Su voz en off, en italiano, es objetiva y clara, sin sentimentalismos ni melodramas que otros directores menos modestos pudieran haber explorado.

De allí Mauro viaja a varios lugares donde conversa con personas sobre la muerte. En Panamá, él habla con unas Ngabe que le muestran su manera de procesar el duelo; en Italia, conoce a una doctora que analiza las experiencias cercanas a la muerte; en Chile presenta a un científico que estudia los hoyos negros; en España es testigo de cómo la musicoterapia sana o reconforta a los enfermos terminales.

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Otra línea narrativa interesante es sobre una madre que perdió a su hijo, y que en su proceso de duelo ella asiste con sus compañeros del colegio al lanzamiento de un globo que ha de explorar la atmósfera, un experimento científico en el cual estaba participando el adolescente antes de su muerte repentina. La madre coloca unos ítems que conmemoran a su hijo dentro de una cajita conectada al globo, y luego el globo sube y sube, y cae precipitosamente al mar. Esto también me pareció un toque kubrickesco es su fortaleza emocional y fílmica.

Una toma favorita de esta película, y que Mauro también ha explorado en proyectos anteriores, es la de una carretera en lo que panameños podemos identificar como la antigua Zona del Canal; es una toma cenital en ascenso que muestra el camino curvo de concreto delimitado por la selva verde. Su simbolismo para representar la frontera entre la vida y la muerte es claro, y adicional a eso yo rescato su uso de un escenario netamente panameño (¡y cargado de una historia que no viene al caso aquí!) para comentar algo tan profundo.

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Despertando a la vida

El documental de Mauro llegó a mí poco después de haber vuelto a ver una película muy importante en mis años formativos, y de un director que apreciaría el trabajo de este director italiano.

Waking Life, o Despertando a la vida, es una película experimental del tejano Richard Linklater de 2001. Filmada con una técnica de rotoscopio y animada encima de eso, es una película bien trippy, casi surreal, sobre un chico que va de un lado a otro escuchando a personas hablar sobre la vida y los sueños, su importancia y nuestras ideas al respecto. Al igual que Luminoso Espacio Salvaje, el protagonista va de un lado al otro, al parecer sin ton ni son, escuchando y aprendiendo, como Mauro y sus entrevistados. Ambos proyectos, aunque estética y temáticamente distintos, se complementan muy bien.

Linklater ha hecho de todo, romances, comedias, dramas, pero otra película suya que me recuerda a Mauro, por lo menos en el carácter antropológico de sus filmes y en su mano experta como directores, es Boyhood. Aquí el estadounidense hizo algo nunca antes pensado: filmar una película durante más de 10 años con los mismos actores haciendo los mismos personajes en diferentes etapas de sus vidas, concentrando su atención en el protagonista, al cual vemos pasar de niño a adulto de una manera natural.

Mauro Colombo tiene la sensibilidad humana de conectar con sus sujetos, y la sensibilidad artística para mostrarlo en cine de una manera que atrae y conmueve, siempre considerando el ambiente natural del entorno.

En el Q&A después del estreno de Luminoso Espacio Salvaje en el Ateneo de la Ciudad del Saber, a finales de septiembre de 2024, le pregunté al director sobre el poder sanador de la naturaleza, especialmente en el contexto de una persona procesando un duelo. Me dijo que cuando estamos en un ambiente natural podemos sentir una energía especial que, de cierta forma, canalizamos para renovarnos o sentirnos mejor. Una de mis escenas favoritas del documental muestra al director sentándose en un prado iluminado por el sol a respirar, tomando un momento para sí mismo dentro de todo lo que estaba filmando y entendiendo.

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