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Inaugura el 8º Festival Internacional de Artes Escénicas

El evento de teatro y danza contemporánea llega otra vez con un programa interesante y variado.

El hermoso Teatro Balboa en el área de Ancón fue el marco para la apertura del 8º Festival Internacional de Artes Escénicas (FAE18), organizado por la Fundación por Pro Artes Escénicas y Audiovisuales. Programado entre el nueve y el 14 de marzo, su cartelera incluye obras y presentaciones de artistas panameños y de diez países invitados, además de un programa completo de talleres, charlas y clases magistrales.

La apertura, a la cual asistieron en calidad oficial el Alcalde de la Ciudad Capital, José I. Blandón, y la directora de sus actividades culturales, Alexandra Schjelderup, fue modestamente concurrida. En su discurso inaugural el gestor del evento durante más de una década, Roberto Enrique King, comentó acerca de los ajustes que tuvieron que realizar debido a la falta de apoyo económico del Instituto Nacional de Cultura, afectado por un recorte de presupuesto considerable, además de “rechazar y cuestionar la visión estrecha con la que el Estado panameño y sus gobiernos llevan adelante las políticas culturales del país”. La Alcaldía, sin embargo, sí fue exaltada por ser ahora el principal aliado del FAE, ellos aprovechando la conexión con el teatro dentro del esquema para promover las celebraciones de los 500 años de la fundación de la ciudad, además del evento de Capital Iberoamericana de la cultura para 2019.

La primera presentación del FAE18 fue Still/Restless, de la compañía de danza Rosanna Gamson Worldwide de Estados Unidos. Fue un espectáculo de danza contemporánea conmovedor e interesante, interpretado por ocho bailarines femeninos y masculinos en dos actos. Movimientos violentos e improvisados seguían patrones y ciclos que subían y bajaban, pasando de convulsiones rítmicas a abrazos y caricias que proyectaban empatía. Un montaje sencillo en el que jugaban la luz y la musicalización, con cortinas negras y con una especie de casa transparente permitió que los bailarines expresaran su coreografía en el amplio escenario del teatro.

Comentada la obra, aprovecho para abordar al “elefante en la habitación” que, de cierta manera, estará presente en todas las presentaciones del FAE18, programadas para teatros (Amador, Anita Villalaz, Balboa, En Círculo, Gladys Vidal, La Estación, La Plaza) y otros escenarios de la ciudad. Me refiero a uno de los comerciales promocionales del festival, primero, y a la clara división del gremio teatral panameño ante este evento internacional de su propia rama artística.

El comercial, producido por la representante local de una de las mejores agencias de publicidad del planeta, McCann, muestra a un grupo popular celebrando algo, quizás una victoria de la marea roja, con un tumulto de gente bailando y una chica meneándose encima de un diablo rojo. Aparece la pregunta "¿cansado de estos 'artistas'?", la cual es respondida con la frase “Ven a ver a artistas de verdad”, seguida de una sucesión rápida de imágenes de algunas de las obras internacionales a montarse durante el festival. Otros dos comerciales seguían la misma línea, uno sobre “obras”, contraponiendo las obras de Odebrecht y su estela de corrupción contra las obras del FAE, y otro de “actores”, mostrando a Donald Trump hablando seguido de tomas de actores de las agrupaciones artísticas invitadas.

Los artistas nacionales, o por lo menos un grupo notable de actores, directores y productores teatrales panameños, encontraron ofensa ante la aparente suposición, doblemente peyorativa, de que los artistas de verdad son los de afuera que vienen al FAE, o que la masa bailando reggaetón no tiene valor artístico o cultural. Hashtags como #actoresdeverdad y #artistasdeverdad no tardaron en manifestarse en las redes sociales, precedidos de comentarios cargados de enojo ante un festival que, a pesar de incluir obras panameñas y talento local en sus programas de cada edición, se ha concentrado principalmente en traer y producir obras de afuera, situación que ha creado una desconexión entre el festival y la mayoría del movimiento teatral de Panamá.

¿Y cuál es el resultado? Que muchos de los representantes del gremio del teatro rechacen, no asistan ni participen en las iniciativas del FAE. Esto es irrelevante para el público, claro está, pero el festival nunca alcanzará la popularidad que se merece si su propia gente, o la mayoría de ella, no lo avala o apoya. Una total ironía contraproducente que no termina de sorprender en un mercado cultural tan pequeño como el panameño, por lo menos comparado con el de Buenos Aires o Bogotá. Y ha de resultar frustrante para los artistas extranjeros invitados el no poder conocer o compartir con una cantidad más grande y representativa de sus homólogos locales.

Luego está la actitud, tal vez conservadora y poco amable, que demerita y vulgariza a lo popular en esa cuña de 30 segundos. Quizás viniendo de un banco o de una marca de lujo se entendería una comunicación como tal, pero que entre creativos/artistas se echen tierra entre sí, independientemente de su estilo o categoría, no ayuda a nadie. Aquí, antes de criticar la actitud de “el cliente”, critico la falta de diligencia comunicacional, creativa y estratégica de la agencia de publicidad que produjo estas cuñas, las cuales en vez de causar gracia y unión causaron disgustos y separación… por lo menos en el grupo que más importa.

El Festival de Jazz de la Fundación Danilo Pérez, el International Film Festival de la Fundación IFF Panamá y el concierto Muscalion de Fundación Aria, para nombrar algunos ejemplos, son eventos culturales que tras años de sólido esfuerzo se han posicionado localmente de manera comercial (patrocinadores), institucional (apoyos) y popular (público). Para que el FAE logre un efecto similar, porque tiene el mismo empuje, calidad y función, requeriría de un esfuerzo comunicacional y estratégico que lo haga congraciarse con su público principal primero, los gestores e intérpretes de danza y teatro del país, para que ellos jalen a la audiencia que les hace falta.

Dicen que la definición de la locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes. Los organizadores del FAE son profesionales comprometidos y apasionados por su arte, y su esfuerzo es respetado y digno de admiración. Pero independientemente del apoyo económico e institucional, quizás un cambio de enfoque y acciones puntuales para reforzar un puente entre los suyos, en vez de con los extranjeros, producirían un resultado positivo y nuevo para este importante festival de las artes panameñas.