El éxito más reciente de Disney es de sus películas más arriesgadas y contemporáneas, sin romper con su adorado canon cinematográfico.
Hace un par de meses Cruella invadió la ciudad de Panamá. No había una esquina en Calle 50 o Vía España donde no se viera un mupi o una valla con la imagen de Emma Stone caracterizada como la villana de 101 Dálmatas. Aunque estas campañas de publicidad masiva son propias de un estreno mundial simultáneo, como se acostumbra en la actualidad, ésta tenía un empuje mayor considerando que representaba un regreso a las salas de cine post cuarentena.
Es innegable que la pandemia afectó a la industria del cinematográfica de gran manera: con las salas cerradas el streaming llegó a su máxima demanda, y docenas de estrenos programados para el año pasado, como Dune y la nueva de James Bond, fueron pospuestos hasta que las salas pudieran recibir público nuevamente. ¡Eran inversiones demasiado grandes para dejarse perder! El punto es que Disney le metió con todo esperando que la gente, tanto chicos como grandes, vieran esta nueva producción.
Por mi parte, yo ni estaba interesado. Los dálmatas no son mi raza favorita y quizás solo vi esa película cuando salió y ya. No es como mi favorita, Fantasía, que he visto varias veces durante mi vida y que nunca decepciona. La era de las princesas me pasó de largo, desde la Bella y la Bestia, Pocahontas y Mulán, hasta Frozen y Moana, todas buenas pero not my cup of tea, como se dice en inglés. Guardo un lugar especial para Blancanieves y La bella durmiente, pero solo porque me gustan las brujas villanas. Incluso la Maléfica con Angelina Jolié me pareció ligeramente ridícula.
Así que nada que ver con esta nueva Cruella… hasta que una amiga me la recomendó. Una amiga con sensibilidades muy parecidas a las mías, y un gusto por el cine igual de exigente. Me dije, “Coño, ¡si a esta man le gustó algo ha de tener”!, así es que aproveché la suscripción a Disney+ de mi hermana y la vi hace dos semanas. A continuación mis impresiones al respecto.
Fashion forward
Esta expresión en inglés señala a alguien o algo en que la moda ocupa un lugar importante. Tal es el caso en esta película, y pues no me lo imaginaba. En esta “historia de origen” la protagonista, presentada primero como una niña creativa y talentosa con un ojo por la ropa, sufre un trauma familiar y queda abandonada en la calle, dedicando su niñez y adolescencia a robar y crear disfraces para sus secuaces/hermanos. Ellos notan su interés creativo y le consiguen un trabajo en una de las tiendas de moda más exclusivas de Londres, donde ella quiere diseñar pero en vez le toca limpiar, y es solo hasta que decide mandar al carajo a su jefe que su genio creativo se manifiesta.
El uso de la moda se entiende si se considera que el personaje original, con su inusual pelo blanco y negro, sus abrigos lujosos y sus vestidos estrafalarios, ya era fashion forward, con un estilo propio de una estrella de antes, como Sophia Loren o Liz Taylor. En Cruella la moda es parte del móvil, ya que la misión de la vida del personaje es sobreponerse a su miseria y triunfar como diseñadora, inspirada en la historia por la Baronesa, la villana interpretada deliciosamente por la Emma mayor del elenco, Emma Thompson.
Así, toda la película pone una atención especial al vestuario de sus protagonistas y al trabajo del diseño de moda como tal. Ambientada en los sesentas y setenas, se ve claramente la transición de los couturierscomo Balenciaga y Chanel a diseñadores más jóvenes e irreverentes, como Vivienne Westwood. Y muy importante la Westwood aquí, al igual que sus descendientes creativos como Alexander McQueen o John Galliano: la estética y la actitud punk, movimiento filosófico y artístico que surgió en Londres a mediados de 1970, estaba claramente en el moodboard de los productores del filme. Esta Cruella rompe las telas, combina lo fino con lo barato y literalmente usa la basura para hacer un poco de visual merchandising.
Nunca pensé en asociar Disney con el punk, pero a 40 años de su origen, y así como hoy el skateboarding, una actividad que antes era considerada para vándalos y chicos malos, hoy en está en las olimpiadas, no sorprende que Mickey Mouse ahora esté ok con esto y lo incluya en sus narrativas. Canciones icónicas, no del punk pero sí del rock que lo precedió, son usadas acertadamente en el soundtrack, como I Wanna Be Your Dog de Iggy Pop y los Stooges, o Sympathy for the Devil de los Rolling Stones. ¡Quién diría!
Hay otras conexiones de cine y moda que evoca Cruella en su trama. A un poco más de 15 años de The Devil Wears Prada, en la que la gran actriz madura (Streep) y la actriz joven del momento (Hathaway) muestran el detrás de las bambalinas de este mundo creativo, la dinámica es muy similar en la historia, hasta el hecho de que ambas protagonistas son ganadoras del Oscar y de las más respetadas de su género y rango de edad (igual con estas Emmas crueles).
También está The Phantom Thread, con Daniel Day-Lewis, en un homenaje/caricatura de estos diseñadores de antes y sus procesos y sensibilidades. Y encontré algo de Velvet Goldmine además, ese poema de amor a la era y los músicos del glam rock que precedió al punk por unos años, y en la cual Ewan McGregor, Christian Bale y Jonathan Rhys-Meyers se ponen todo el maquillaje, poliéster y las plataformas más colorinches y cool de la historia. Esta Cruella es como una versión adolescente de todas ellas, pero para adolescentes millennials.
Arquetipos reinventados
En nuestro presente las enfermedades mentales y los problemas psicológicos causados por el trauma ya no son un tabú, afortunadamente. Está bien y se incentiva a hablar de ellos para un mejor bienestar de la persona, y para evitar suicidios o patologías negativas. En la película original Cruella DeVille es una ladrona que odia a los perros y que quiere hacerse un abrigo con sus pieles, fumando siempre con una boquilla. La Cruella de 2021 está traumatizada por la muerte violenta de su madre, posee un talento que quiere explotar y que otros notan, y su sed de venganza contra el mundo se manifiesta a nivel competitivo profesional antes que otra cosa (no fuma por políticas del estudio, que no quiere fomentar el vicio).
Así se reinventan los villanos. A la Maléfica Jolié también le dieron un blackstory en el cual ella era un hada buena que solo se corrompió cuando sufrió una traición. En el universo Marvel, que también le pertenece a Disney, algo curioso pasó con su nueva serie Loki, tomada del personaje que es el hermano malo del guapo y poderoso Thor, el cual traiciona a su familia y a los Avengers mismos. En la serie, que no es otra historia sobre el origen del personaje, Loki está en un multiverso donde existen varias versiones de él mismo (mujer, viejo, niño, lagarto) con las cuales debe derrotar a un villano mayor que el morado Thanos. En el recorrido se enamora, reconoce todos sus pecados, y pasa del ser “el dios del engaño” a el dios de los outcasts, o marginados. ¡Vaya giro!
Ahora los villanos pueden ser buenos, y lo malo tiene una razón de ser. Todos somos capaces de redimirnos, parece decirnos Disney, y los traumas se superan con un poco de comunicación y empatía. Léase terapia.
En su película Cruella hace todo esto y un poquito más. En el camino muestra algunos clichés británicos, como los sirvientes educados y las grandes casas de campo, y aunque es costumbre que los actores ingleses hagan bien los acentos americanos y no a la inversa, Emma Stone hace un buen esfuerzo.
Si yo fuera un niño o niña adolescente, de cualquier preferencia sexual, y con un interés ligero en la creatividad o las artes, me sentiría identificado con la historia, en el sentido de que esas vocaciones son tan decentes y necesarias como todas las demás. Y de tener algún trauma pesado vinculado a la muerte de un familiar o ser querido, entendería que hasta eso se supera, o se aprende a vivir con ello.
Y aunque estéticamente este personaje es full blanco y negro, en esta película todos los colores de la moda, al igual que todos los grises de la vida, salen a relucir.