Estrenado en Panamá en la décima edición del Festival ACAMPADOC, este documental de Costa Rica conecta con la historia y con el individuo
Algunas realizadoras cinematográficas de hoy están tan interesadas en contar historias inéditas como en narrar las suyas propias, creando piezas con un doble frente: el personal y el social. Esto aplica de forma especial a los documentales, recordando el referente panameño de Ana Endara (La Felicidad del Sonido, Reinas), cuyas obras, sensibles y contundentes, siempre proyectan algo personal que va más allá de un tema de interés general.
Tal es el caso de Objetos rebeldes, de la directora costarricense Carolina Arias. Esta coproducción con Colombia fue estrenada en 2020 en el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA) y marcó el debut de Arias, que también hizo el guion y protagoniza mitad de la narrativa. Los objetos rebeldes de esta película se dividen en dos categorías: los antropológicos culturales y los fotográficos personales.
En un blanco y negro melancólico, y con una banda de sonido de cellos que resaltan ese sentimiento, Arias narra paralelamente el trabajo de Ifigenia, una arqueóloga especializada en unas masivas esferas antiguas de la era precolombina, las cuales no han sido investigadas a profundidad y que están rodeadas de misticismo; y al mismo tiempo la directora, desde una voz en off, habla sobre la relación con su padre, marcada por la distancia y mostrada aquí por una serie de fotos familiares.
La conexión entre ambos temas está en el significado que los humanos le damos a los objetos. “Un objeto muere cuando la mirada viva que lo reconoce desaparece”, dice Arias en su narración. Para ella, las fotos que conserva de su infancia con su papá son un recuerdo lejano de una relación que se distanció o fisuró con el divorcio y una ida del país; ahora su padre tiene cáncer y ella regresa a tratar de reconectar con él antes de su muerte.
Para Ifigenia, por su parte, las esferas que ella estudia con tanto profesionalismo y atención son una muestra de la capacidad creativa de las culturas originarias, opacada por una mentalidad retrógrada y una cultura racista.
Ifigenia estudiando una de las esferas más grandes.
Y esa fue la primera conexión que vi de Objetos rebeldes con Panamá: dichas esferas fueron encontradas primeramente en territorio de bananeras, cuyos terratenientes extranjeros vieron como una curiosidad nada más. Muchas fueron sacadas de sus sitios y posiciones originales, otras fueron vendidas o destruidas. El cuento popular es que las hicieron los extraterrestres, con eso de que son tan perfectas y bien labradas como las pirámides, pero Ifigenia apunta a que son producto del grupo originario Diquís, propio de Costa Rica.
Aquí en Panamá las bananeras hicieron y deshicieron en Bocas del Toro y Chiriquí. Aunque esos no son sitios particularmente arqueológicos como El Caño (¡en la película sale una Isla El Caño!), nuestro país, al igual que muchos otros países producto del colonialismo, fuimos víctimas del huaqueo o del robo abierto de artefactos precolombinos de gran valor arqueológico y antropológico. Parece que a nuestros vecinos no les fue mejor.
Ifigenia señala, de una manera romántica y asertiva, que ella es una necrófila, que le gusta lo viejo, porque “la memoria de los objetos es más larga que la memoria humana, limitada por la mortalidad”; en ese sentido, para ella estas esferas representan una voz del pasado que pocos han querido escuchar, pero que dice mucho de la cultura propia de su territorio.
Para Arias, las fotos viejas con su papá la seguían conectando a un pasado perdido. Cuando retoma la relación con él ya enfermo, ella recibe aún más fotos que le sirven para llenar los espacios vacíos dejados por años de poca comunicación familiar. En su lecho de muerte ella le lee un libro sobre Copérnico y su teoría de las esferas, y se hace el enlace entre las sabias y blancas culturas de Europa (griegos, romanos) y las nuestras, implicando que esos diquís entendieron los mismo y lo esculpieron en sus monumentos circulares de piedra para la eternidad.
Los pocos momentos de color del documental vienen de las fotos de Arias con su padre.
Y ahí hay otra conexión. Antes se decía que en Panamá había pocos indios en cantidad y en "calidad", nada en comparación con Perú o México o Guatemala, llevando a un blanqueamiento de la historia por parte de profesionales del siglo XX con una visión eurocentrista, en la cual los aportes de las culturas originarias o las migrantes fueron ignorados y menoscabados. Más Balboa y menos Urracá, básicamente.
Arias señala que el decir que las esferas las hicieron los extraterrestres es una idea cargada de prejuicio, y que “lo que occidente considera inexplicable es el reflejo de su incapacidad de entender el pensamiento de otro”. ¡Bien dicho, carajo!
El ritmo de Objetos rebeldes es lento y solemne, con tomas fijas que se concentran en el objeto y en el ambiente. Las fisuras en las esferas de piedra son igual a la relación fisurada de la directora con su padre, ambas profundas e innegables.
Como país tenemos mucha historia, mucho patrimonio, que reconocer, cuidar y promover. Y como personas, nunca es tarde para reconectar con un ser querido alejado.
ACAMPADOC sigue con todo
El debut cinematográfico de Arias se presentó en Panamá en la gala de apertura del festival, que en 2021 celebró una década de actividad cultural. Una parte importante de su aporte es su conexión con el interior del país, específicamente la provincia de Los Santos, donde pre pandemia se llevaban a cabo sus talleres y eventos para estudiantes y realizadores emergentes.
En esta edición, realizada del 7 al 17 de julio, se proyectaron vía streaming gratuito más de 50 documentales largos y cortos, estrenando para la región obras de Irán, Suiza, España, Polonia y Nueva Zelanda. A esto se le sumaron una treintena de cortos producidos por los estudiantes de la Escuela Documental ACAMPADOC.
El festival también ejecutó espacios formativos abiertos, como paneles temáticos y conversatorios con los directores y productores, como en el caso de Arias, quien pudo compartir con el público después del estreno de su película. Del primero al 10 de noviembre se llevará a cabo una segunda parte del festival, con la entrega de los Premios Vivos Acampadoc y proyecciones de las obras finalistas en plazas al aire libre de los siete distritos de Los Santos.
Vale destacar lo siguiente, escrito en el comunicado del festival: “la Escuela Documental ACAMPADOC ha beneficiado a diez generaciones de jóvenes panameños e iberoamericanos y es el único festival internacional en Centroamérica y el Caribe que vincula formación, realización y fomento del género documental al rescate de los patrimonios. El décimo ACAMPADOC invita a la comunidad local e internacional a la reflexión colectiva para la salvaguardia del patrimonio natural y cultural a partir del género documental. El proyecto es liderado por Fundación INDICRI con apoyo del Programa Ibermedia y la Dirección de Cine del Ministerio de Cultura de Panamá”.
Entretenimiento, educación y conciencia colectiva. ¡Que este festival siga otros 10 años más!