El disco clásico de la icónica banda panameña cumple veinte años, y los fans y amigos celebramos escuchando y recordando.
El tiempo pasa rápido, ¿no? Esto es lo que todos nos decimos a nosotros mismos porque es lo que parece ser, porque es lo que es. Porque todavía recuerdo la larga espera de años entre Vol. 1 (2000), el primer disco de Señor Loop, y Madretambor (2004), su segundo, una época positiva al principio del nuevo siglo en la que todo era posible…
Gasolina musical
Todos saben la leyenda, la historia anecdótica, sobre la creación de Señor Loop. Xantos Jorge, la primera banda panameña de rock en tener un video en MTV a mediados de la década de 1990, se había coronado como los máximos exponentes del rock nacional con su disco En Otro Sol (2000), una especie de White Album istmeño con todo lo bueno del género: grandes solos de guitarra con sentimiento, psicodelia, funk, melancolía y mucho Beatles y Pink Floyd. Hermoso. Sin embargo, los motores musicales de ese grupo, el guitarrista y cantante Carlos Iván Zúñiga, y el baterista Iñaki “Ñaco” Iriberri, habían quedado hastiados de todos esos elementos estéticos rockeros. Estaban listos para algo nuevo.
Paralelamente, una nueva banda de rock se había formado a finales del siglo. Gasolina 70 eran José Manuel Correa en la guitarra, Jimmy Leach en el bajo, Rafael Montilla en las voces y Rodrigo “Lilo” Sánchez en la batería. Engomados del grunge, ellos estaban rescatando lo bueno del rock más “jammeado” de los setentas y sesentas, algo que hoy llamaríamos el subgénero del “stoner rock”, o rock para “bateados”.
Lograron grabar una canción para un disco compilatorio de bandas de la época con esa alineación, pero luego el guitarrista y el cantante se salieron. Jimmy Leach y Lilo, sabiendo que tenían algo bueno y con ganas de seguir tocando, hicieron algo que pocas veces pasa en un contexto rockero: el baterista pasó a ser el guitarrista y el cantante del grupo. Para tocar la batería el ahora guitarrista y cantante llamó a su hermano menor, Carlos “Caíto” Sánchez, quien habría de seguir los pasos musicales de su hermano, pero con un estilo y sentimiento completamente distinto.
Gasolina 70, como trio, tocó en varios lugares. Grabaron un cover de ocho minutos de Paradise City para otro compilatorio, y luego sumaron a otro guitarrista, Felipe Arias, el chiquillo petulante y energético que cantaba punk en Dos Huevos Un Camino, y hasta allí llegaron. Aquellos que fuimos testigos de la energía rockera cruda de Gasolina 70 nunca la olvidaremos. Yo, como músico de la escena, no daba crédito de la intensidad sónica de estas personas, con quienes uno tomaba pintas y fumaba bates e iba a toques.
Una vez toqué con ellos en la “concha sonora” del Parque Omar, allí donde se hacen los conciertos, y cuando tocaron una “canción nueva” llamada Gelatina de las Galaxias recuerdo que lloré un poquito y todo.
Psicodelia en Tierras Altas
En algún momento Lilo se hizo amigo de Carlos Iván y de Ñaco, y los tres compartían el gusto por los nuevos sonidos producidos por computadoras o instrumentos digitales, ya sean teclados, secuenciadores, loops (señales repetitivas) y demás, cada uno con el deseo de explorar nuevos rumbos musicales. Nada que ver con guitarras y distorsión, y todo que ver con el ambiente y el vibe, con el goove o el ritmo. Hubo un viaje a Chiriquí entre estos amigos, junto a otros, con la idea de jugar con estos nuevos instrumentos y a la vez tripear con sustancias alucinógenas naturales. En ese viaje, literal y figurativo, las raíces para Señor Loop se sembraron.
Varias piezas, ni siquiera demos, fueron grabadas y editadas. Ñaco, el inquieto baterista de Xantos Jorge y un fan devoto de Neil Peart de Rush, estaba proyectando su futura carrera en la producción musical de estudio con sintetizadores y los antes mencionados secuenciadores y loops. Para referencia de lo que ellos tenían en mente al momento piensen en Massive Attack y Morcheeba y el reggae ochentero del patio y los combos nacionales. El Zúñiga salió del proyecto (¡que en realidad no era algo como tal!) pensando en su carrera como solista, en hacer música con su futura esposa y en manejar la emisora de radio que heredó, Radio 10. Así que quedaron Ñaco y Lilo con todos estos files digitales y ganas de tocar algo nuevo.
El par de bateristas contactó a un bajista, Carlos “El Pig” Ucar, un músico y personaje afable y competente, cualidades que pueden sonar aburridas pero que son determinantes a la hora de hacer un proyecto creativo. Y luego otros amigos músicos se fueron sumando: Leire Sol García, flautista; Roberto Varela, baterista de Tierra de Nadie, quien tenía un gusto por la percusión; Caíto, el hermano menor, además de José Sánchez, el tercer hermano baterista; y Jonathan Harker, el artista gráfico que sabía de música y entendida la importancia de las visuales para una banda con un sonido tan especial. Así nació el conjunto que en principio se llamó La Orquesta del Señor Loop.
Los manes se organizaron, motivados por la respuesta del público a sus sonidos, y produjeron su primer disco con piezas nuevas y otras rescatadas del trip ese a Chiriquí. Cuando salió en 2000-2001, el Vol. 1 de Señor Loop no sonaba como nada más en el patio. Los Rabanes y el “punk rock” eran lo que más movía gente, pero la agresividad y velocidad de esos artistas (que eran la mayoría) no tenía ese ambiente sonoro especial que se disfruta cuando fumas marihuana. Y vale comentar algo de eso.
La marihuana, kenke en argot local, siempre ha estado, estuvo y estaría aquí. Pero en el 2000 tuvo una especie de nueva popularidad llegado a la clase media, ya que antes era cosa exclusiva o de la gente del gueto o de los yeyesitos. Además, la reversión de lo que antes fue la zona del canal abrió un montón de espacios en la ciudad, espacios abandonados, espacios a los que solo llegabas en carro a través de carretas rodeadas de selva, ideales para “dar la vuelta”, fumar, y escuchar música en tu carro con tus amigos. Todo esto es parte de la mística que rodea a este grupo.
La tocadera y el segundo disco
En la industria musical angloparlante la expresión es el “buzz”, el cuchicheo, el momentum, lo que se dice de un artista nuevo que está llamando la atención. El buzz de Señor Loop, esta banda toda loca con un montón de gente, se corrió como un fuego de verano. Y así esa orquesta improvisada comenzó a tocar en varias fiestas y eventos, dejando bocas abiertas y ojos rojos a su paso.
Yo puntualmente recuerdo el Festival San Felipe, un evento de arte que se llevó a cabo en la entonces ruina del Club Clases y Tropas, ex Club Unión, hoy Hotel Sofitel (lo puedes ver cómo estaba en la escena de la fiesta al principio de la película Quantum of Solace de James Bond). Había arte por todos lados, pero en el sótano, donde había arena y la corriente subiente del Pacífico, estaba un escenario donde la banda se iba a presentar. Yo tenía puesta una falda larga y corté la coversación a varias personas que me preguntaban sobre ella para ir a ver a estos manes tocar. Fue de los mejores conciertos de mi vida. Al año siguiente este festival repitió en otra ruina, ahora industrial, ubicada en Vía Israel (junto a donde ahora hay un Popeye’s). Allí los Loops tocaron otra vez y fue increíble también.
En este momento la banda eran Lilo en la guitarra y las voces; Ñaco en la guitarra, teclados y coros; el Pig en el bajo; Caíto en la batería; Roberto y José Sánchez en las percusiones; Leire en la flauta y Jonathan en las visuales.
Ya con esta estructura comenzaron a hacer canciones más concretas que las piezas sueltas de su debut, de las cuales Sequía/Wegala, otra referencia al kenke, era de las más coreadas. La “prendedera” siempre fue una parte integral de todo show de los Loops, como un tipo de sustancia ceremonial a consumir antes de un ritual importante.
Mucho del encanto del grupo corría por parte de la música –funky, accesible, divertida, inteligente, profunda– como también por su cantante: un tipo carismático que te decía las cosas como eran y que te hacía reír. Parte de su estilo en escena no era hacer que la gente coreara sus canciones, en un principio, más bien, su deseo era que hicieran silencio y escucharan lo que estaba pasando. Recuerdo varias ocasiones en las que Lilo, con su voz grave y acento capitalino, le dijo a la gente desde el escenario: “Hey, ¡calle boca y escuche!”.
Otro elemento curioso de Señor Loop es la cantidad (¡y calidad!) de bateristas que tenía como integrantes. Empezando por Ñaco, que aunque no toca batería aquí él toca su guitarra con la precisión rítmica de un baterista, tanto en acentos como en melodías; lo mismo aplica a Lilo; Caíto, que se convirtió en el baterista principal, tenía un estilo más jazzy que el más rockero de su hermano mayor, más suelto, y a pesar de su diferencia de tamaño y estatura, más pesado; Roberto Varela, un baterista de rock tradicional, se divirtió tocando congas, al igual que José Sánchez, quien canalizaba su energía de skate/punk a través de bongós.
En esa época entre 2001 y 2005 la cosa después de cada show, que no eran tantos en realidad, unos cuantos al año quizás, era preguntarles “cuándo saldría el próximo disco”. Este timeline relajado de Señor Loop es otra de sus características: ellos se toman su tiempo y hacen las cosas cuando pueden y así mismo las sacan (históricamente han quedado en un promedio de un disco cada cinco años).
Cada agrupación tiene sus ritmos de producción en los cuales influyen muchas cosas, como el trabajo, la familia y los recursos personales. Señor Loop siempre fue un grupo independiente, sin sello formal y con una sucesión de managers que eran más bookers y administradores que otra cosa, así que no era como si alguien estuviese encima de ellos todo el tiempo.
Cuando todo cambió
Si mal no recuerdo, “madretambor” era un tatuaje que Lilo tenía en su brazo derecho, algo muy propio de un baterista nato que ama a la naturaleza. En 2004 yo era editor de una revista y recuerdo dos cosas: cuando Rafa, el dueño de la publicación, llegó con un CD quemado que tenía inscrito en letra grande alrededor, casi en mayúsculas cerradas, la frase “TU CULO EN LLAMAS”, con una letra que identifiqué, además del humor, como perteneciente al cantante principal de Señor Loop. El CD era una mezcla provisional de su tan esperado segundo disco, que se llamaría Madretambor.
La otra cosa que recuerdo fue cuando meses después Caíto llegó a nuestra oficina para darnos una copia formal del disco, con otro CD extra con lo que en la industria se llama el kit de prensa, con fotos y un comunicado.
La portada del disco fue diseñada por Jonathan Harker, inspirada en esos stickers de acabado metálico brillante y kitsch propios de los años setenta y ochenta que nuestra generación recuerda haber comprado en Gran Morrison para nuestros cuadernos de la escuela y patinetas. El disco en sí tenía una ilustración de una fogata, casi casi como el emoji de ella que existe hoy; en el arte los integrantes se mostraban en un fondo blanco con nubes donde sus rostros aparecían sobreimpuestos sobre personajes: el Pig como un Megaman sonriente; Caíto como un vagabundo malabarista; Jonathan como una cabeza dentro de un robot pulpo; Josesito como un chiquillo en una bicicleta panga; Lilo como un osito tipo Pooh con un frasco no de miel, sino de canela (una broma interna); y Ñaco como un general decimonónico.
¿Y mi reacción al escuchar Madretambor, como músico, periodista y amigo? Asombro, total asombro. Señor Loop es uno de los pocos artistas nacionales que me pone la piel de gallina, cuyas canciones me han hecho llorar o sentir algo más profundo que un buen rato. Conforme el grupo asentaba su presencia en vivo, recuerdo haber pensando varias veces: “¡No puedo creer que estos genios musicales son conocidos míos!”, es decir, gente como uno, gente normal, pero con un talento único y propio.
Madretambor tiene once canciones, cada una con un carácter propio que encapsula las influencias del grupo y sus músicos. Daígoro, la primera, era de las pocas en las cuales Lilo toaba batería, y empezaba como una pieza de funk suave que termina como una rockerada total. Canela sigue la línea funky con un coro casi pop, una canción sobre el placer sexual con metáforas claras. Señor Loop llega al sarao y se roba a tu pareja, un título largo y astuto y panameño que me recuerda a los títulos largos y astutos e ingleses de The Smiths, es hip hop puro.
Michita TV, un funk más elegante que Barry White apreciaría, destaca dos cualidades propias de la banda: las líricas emotivas y sinceras de Lilo, y las líneas de bajo pulsantes y sensuales del Pig. Le sigue Miami 666, mi favorita del disco por ser de las piezas más melancólicas del grupo, con slide guitar y un ritmo pulsante y líneas como “Ya no me venderé más a tu suciedad. Ya yo tampoco soy igual”.
Empecé a entender que Señor Loop había trascendido de verdad cuando Paco, cantante y guitarrista de Sonó, banda de la cual soy parte, en uno de nuestros primeros ensayos en 2012 o 2013 tocó bromeando el riff principal de guitarra de Roncabalao, la siguiente canción en el tracklist de Madretambor. Para esa época muchos guitarristas panameños de rock ya se habían influenciado por el punk-pop-panameño de tres acordes de Los Rabanes, pero este riff de los Loops era como de heavy metal, ubicado en una canción netamente de salsa con campanas y percusiones.
Le sigue la antes mencionada Gelatina de las galaxias, una balada de amor que sobrevivió de Gasolina 70 y que se ha convertido en una de las canciones favoritas del grupo. Arma sagrada tiene reggae y rock en partes iguales, pero con una pureza muy distinta a como otros lo venían haciendo. Murdah sigue esta línea del roots y el rock, que también conecta a nivel conceptual con el tema del kenke y de la naturaleza, pero con el valor agregado loopero de letras introspectivas y finales bombásticos de rock, intensos y satisfactorios. Cantar cosas como “Si crees que tú puedes detener a una bola de fuego entonces estréllate contra mí” muestra un tipo de convicción y carácter que pocos cantantes logran.
Antes de terminar viene Ocha Chalúa, un experimento digno de mencionar. Jonathan Harker, a finales del siglo pasado, hizo un cortometraje de cine llamado El Plomero. El soundtrack fue producido por Ingmar Herrera, un multi instrumentalista amigo que prácticamente invitó a los miembros de la orquesta de Señor Loop a colaborar con algunas canciones. Esta fue una de ellas, y gustó tanto que la incluyeron en su propio disco tiempo después. De todas las demás, y quizás por el elemento cinematográfico de su origen, esta tiene una gran escala sonora, con un beat de trip hop que de repente salta a un vórtice de guitarras acústicas y eléctricas que te absorbe. Esta no falla en conmover, y en conmoverme.
El disco cierra con Pura maleza, una colaboración hip hopsera en la que el grupo declara que a pesar de tener guitarras y usar distorsión sus oídos estaban al tanto de los beats, las líricas y la intensidad propia de lo que en un principio se llamó “rap”.
Madretambor nos dijo, a los panameños y fanáticos que estábamos escuchando, que el “rock del patio” tenía mucho más que ofrecer. Que aquí había talentos más profundos y delicados que lo que se conocía. Que el ser “rockero” no te amarraba a ciertas fórmulas. Que el usar tu acento natural en tu voz, en vez de disfrazarlo con otro más correcto, estaba ok. Que tomarte tu tiempo para producir tu arte también era justo y necesario.
Tanto fue, en mi opinión, la importancia de esta música y de estos músicos que cuando como periodista me tocó entrevistar, quizás en 2005-2006, al ex Menudo convertido en rockero y compositor de Living la Vida Loca, Robi Draco Rosa, yo personalmente y calidad de regalo de di una copia del Madretambor y del soundtrack de El Plomero. ¿Los habrá escuchado? ¿Qué le habrán parecido? ¿Se habrá identificado con ellos? La idea era que sí lo hiciera, porque entre ellos compartían mucho, sónicamente, líricamente y hasta filosóficamente.
Post-panamax
Este tipo de barcos, producidos en la era contemporánea del cargo marino, eran tan grandes que no cabían en las tres esclusas del Canal de Panamá original. Para no perder ese negocio se amplió el canal con dos nuevas esclusas para poder darles abasto. El esfuerzo fue titánico y tomó años, casi tantos como la construcción original, aunque con menos tragedias y más eficiencia.
Esto aplica a cómo Señor Loop trascendió y evolucionó musicalmente después de Madretambor. El grupo creció tanto en su influencia y sonido que creó su propio camino, uno nuevo por el cual otros siguieron, pero que no existía antes.
En sus discos posteriores las canciones se hicieron más largas, más densas, tanto en su sonido como en sus letras. Esto, como en todo, se debe a las experiencias de vida de los integrantes, que incluyen matrimonios, divorcios, hijos, enfermedades mortales, migraciones y el trabajo diario para pagar la renta y la comida…
Para el 2008, cuando lanzaron MCMLXXXII, el grupo se sintetizó a un cuarteto, con Chale Icaza en la batería. A diferencia de todos los bateristas que han formado parte del grupo, Chale era un man de jazz, del afro beat, y del indie, con una mano más suave que se ponía pesada solo cuando tenía que hacerlo. Vikorg, de 2013, lleva la fórmula sonora de los Loop con esta alineación a una cúspide, rayando casi en lo progresivo a nivel musical, y manteniendo esa emotividad sincera en las líricas.
La leña que prende madera, de 2020, confirma sin duda alguna algo que yo vengo diciendo desde que los conocí, y desde que Madretambor salió: Señor Loop es tan representativo de la cultura panameña popular y musical como Rubén Blades, igual de accesible por un público masivo, e igual de elaborado como para impresionar a músicos. Los Rabanes, dios los bendiga, tienen su éxito y su sonido, sus hits, pero a nivel conceptual no le llegan ni a los talones a Lilo y su clan. Y eso está ok, porque en esta vida hay todo tipo de músicos y de gustos, y Señor Loop es un gusto particular.
Entonces, si son tan grandes, ¿dónde están los Grammys? ¿Dónde está la gira y la fama internacional? ¿Por qué los Loops son populares en Costa Rica, pero no en Estados Unidos o Europa? Quizás porque ellos sí han sido profetas en su tierra y eso les ha dado satisfacción. Quizás porque el tiempo y el dinero para lograr esas metas –muy válidas debo agregar– no les interesan. A ciertos artistas les motiva más el producir, el camino largo que lleva al resultado más que el producto final en sí. En ese sentido, todos los discos de Señor Loop son relevantes, dignos de estudio y aprecio general.
Siento que la verdadera trascendencia de esta agrupación se ve en los fanáticos que crecieron con ellos. En 24 años allí hay, por lo menos, tres generaciones de panameños que tienen memorias de canciones y de conciertos que los conectan con los momentos felices de la vida, además de con su identidad nacional más propia, distinta a la de sus padres o antepasados.
Recuerdo que cuando Madretambor salió, pre redes sociales, el internet y las páginas web y los foros eran lo nuevo y lo cool. Había un sitio, Panamarock.com, que tenía un listado completo de bandas con sus perfiles y fotos, además de foros temáticos sobre los artistas nacionales. Uno de ellos, que siempre me causó risa, se titulaba “Explíquenme señor loop”, donde un tipo que aparentemente había llegado tarde a la fiesta le pedía a otros que les explicaran el fenómeno musical y cultural que esta banda representaba.
Ya no recuerdo las respuestas, que en su mayoría no eran serias, y sin embargo siento que aquí expliqué este asunto de la manera más clara posible, con detalles personales e insights musicales, para que todos entendamos lo que muchos ya sabemos: que para bien o para mal, guste o no, Señor Loop es quizás la banda rock más importante que ha salido de Panamá.
El festival
El próximo sábado siete de diciembre de este año dos mil veinticuatro se llevará a cabo el Festival Madretambor en el nuevo y moderno Panamá Convention Center. El evento está inspirado en este disco y en esta banda, una verdadera primicia aquí, y contará con la presencia en escena de cuatro DJ’s y seis artistas teloneros, todos vinculados sónicamente a los headliners principales.
Valdrá la pena ir por escuchar, primeramente, a Aitor Iriberri y a Caíto Sánchez, los hermanos de Ñaco y de Lilo respectivamente, quienes han procedido a hacer carrera como solistas. Sus propuestas no suenan al grupo de sus hermanos mayores, y confirman que el talento musical sí corre por las venas. Y late en el corazón.